Rincones perdidos y olvidados, en el camino al arsenal de la Carraca.
El presente tema trata del extramuro norte de nuestra población isleña, y del fenómeno evolutivo sufrido en dicha zona en el devenir del tiempo. Tomando para ello y como base, la construcción del arsenal de la Carraca en el extremo norte de nuestra geografía municipal en el primer cuarto del Siglo XVIII.
Como claro ejemplo del desarrollo de dicho espacio, tomaremos como ejemplo visible de ello el adjunto plano del cual es autor el célebre ingeniero D. Mariano Monroy, quién lo confeccionó según consta en el mismo en el año de 1747, y en el que se define con todo lujo de detalles, el más mínimo rincón de aquellos parajes; pues se dice, que una imagen vale más que mil palabras.

Como bien se define en dicho plano, la realidad geográfica de aquella Real Isla de León de mediados del XVIII, nada tiene que ver con la actual por todos conocida; al menor en lo urbanístico y en el aspecto geográfico en general de aquel extenso y lejano paraje isleño.
Obsérvese en el mismo, una especie de regla métrica en tono amarillo, que no es otra cosa que el trazado del viejo camino o arrecife construido para unir aquel extremo norte y al final de la nueva población de San Carlos, con el arsenal de la Carraca (Camino del arsenal, de la Clica, de la Avanzadilla o de los Bombos). Camino que, desde su construcción al unísono del propio arsenal, sirvió de único nexo entre ambos puntos de nuestra geografía isleña; y que se conectaba con otros caminos todos terrizos, procedentes estos de puntos diversos de nuestro por entonces término municipal isleño.
El primero de aquellos era, y así se refleja en el adjunto plano de 1747 con el por entonces llamado arrecife o camino a la isla de León y luego de San Fernando, que nacía al inicio de la zona de la glorieta (actual Paseo General Lobo).
Mientras que el segundo era el camino o cerca de Ricardos, que unía el entonces camino real (hoy Calle Real) en los aledaños del puente de Suazo, y recorrería la actual Carretera del arsenal de la Carraca, barriada Bazán, y población de San Carlos.
Y que para vadear el caño de San Pedro o de Sancti Petri la ingente masa humana que a diario se desplazaba por dicho arrecife, hacia su extremo norte donde finaliza el citado camino, y unión con el arsenal de la Carraca, se estableció como también existió en otros lugares de nuestro territorio local, unas barcas de pasaje; que luego fueron suplidas por un puente de pontones, conocidos popularmente por los bombos en la zona de la avanzadilla, y que perduraron hasta el año de 1960, en que desapareció, y se desmontaron y trasladaron las piedras de las célebres puertas del mar, construidas en aquel lugar por mandato del rey Carlos IV en el año de 1796, y hoy ubicadas a la entrada del arsenal, dentro del trazado del nuevo camino (Carretera del Arsenal) construido tras la erección sobre el referido caño, del popular puente de hierro a finales de los años veinte del pasado siglo.
Con la puesta en servicio de este nuevo trazado y puente, aquel viejo camino al arsenal quedó en desuso, y poco a poco dejó de utilizarse.
Pero siguiendo la evolución del viejo arrecife o camino al arsenal, con el que comenzamos el presente artículo, decir que fue numerosas veces reformado por la autoridad militar y la civil, ante la necesidad de recomponer su firme, el cual quedó numerosas veces intransitable por los fenómenos atmosféricos, por el deterioro del tiempo, y por su mala conservación que lo solía convertir en épocas de lluvias en un barrizal intransitable y peligroso. Entre la ingente mano de obra empleada a dichos fines, se encontraban obreros de la zona; y especialmente de presos del penal de cuatro torres.
El proyecto y construcción de la nueva población de San Carlos, afectó y pudo haber afectado mucho más a nuestro viejo camino. A tal fin se finalizó y pudo haber afectado a su nuevo trazado, el célebre puente de Ureña, el cual quedó como recuerdo, a lo que pudo haber sido una increíble y monumental obra urbanística faraónica. Y haber sido una nueva maravilla arquitectónica universal, de haber finalizado aquel inmenso proyecto, que previó la construcción en sus aledaños de un total de 33 calles, 4 plazas, un segundo cuartel para los batallones de marina, numerosos diques, muelles y edificaciones anexas, que la falta de recursos impidió viesen la luz.
El proyecto de la citada obra, incluyó el labrado de nuevos causes de caños navegables, que transformaron la zona hoy conocida como “Isla del Pino, de las Culebras, de los Santos Patrones o de los Mártires” en la que todos conocemos en la trasera del viejo C.I.M frente al arsenal de la Carraca, y perimetrada por los referidos caños artificiales nombrados de San Carlos o de Ureña, y el de las Astillas o del dieciocho. Habiendo quedado inconcluso el canal navegable proyectado para unir el caño de Sancti Petri y la bahía de Cádiz, y dejándonos el célebre puente de Ureña, bajo el cual tendría que haber discurrido el mismo.
Aquel camino desde sus inicios era diariamente utilizado y multitudinariamente concurrido, por obreros, maestranza y personal militar destinados en el arsenal de la Carraca. Imaginémosle a la inmensa mayoría empleando el por entonces más utilizado medio de locomoción social de la época; me refiero al popular coche de San Fernando (un poquito a pie, y un poquito andando).
Salvo excepciones que lo hicieron en vehículos de tracción animal, o el empleo de bestias. Así fue hasta la llegada del viejo tranvía que unió el centro de la población con el extremo del mencionado camino, en el lugar nombrado como la avanzadilla. Y así lo hizo entre el año de su inauguración en 1906, y el de su retirada en 1957.
Recordar que, en ambos márgenes del inicio del citado camino de la Clica, donde existieron numerosas y fértiles huertas, en las cuales la armada en su margen derecho estableció el actual parque de auto naval Nº 3 en terrenos denominados como “la estancia de bueyes”. Y el 2º campamento del Tercio de la Armada, en la antigua huerta de Suarez. El antiguo C.I.M inaugurado el 24 de junio de 1955, se construyó en terrenos de la huerta llamada del Perpetuo Socorro, y junto a este la célebre junta de deportes de la Z.M.E en la antigua huerta de San Rafael. Mientras que en el izquierdo se construyó e inauguró como antes cité en 1924, la célebre factoría isleña “Constructora Naval -S.E.C.N”, en terrenos que fueron olivar, huerta y viñas de Rebolledo.
Pero no olvidemos que también existieron varias salinas en aquellos lejanos parajes. En este caso citaré la salina nombrada “Victoria de la Clica” en los aledaños del emblemático puente de Ureña; y junto a este y en la costa de la bahía, el mal llamado “Cementerio Inglés”. Y cuyo verdadero y popular nombre es el de San Carlos o de los franceses, cuyo proyecto y obra corresponde al ingeniero militar D. Antonio Prat, sucesor del III marqués de Ureña en la dirección de las obras y proyecto de construcción de la nueva población de San Carlos, tras su muerte acaecida en 1806.
Y otras dos salinas también desaparecidas, ubicadas en el interior de la actual isla de los Santos Patrones, del pino o de las culebras; me refiero a las nombradas de los “Santos Patrones” y “Asunción o Ascensión”. Esta última junto al llamado caño de las Piedras, cuyo cauce se utilizó para labrar el caño navegable de Ureña o de San Carlos; que tendría que haber unido las aguas de la bahía de Cádiz con el Caño de Sancti Petri, y pasar por debajo del arco del mencionado puente.
La antigua fisonómica del inicio de aquel camino, serpenteada en ambos márgenes por grandes eucaliptus, al igual que existieron y aún existen en otros parajes muy conocidos de nuestra geografía isleña. Lugares muy apropiados en su tiempo para la caza de tórtolas durante la época de su paso; como lo fueron, el viejo camino de la cruz o Calle de Magallanes y el final de la Calle de San Ignacio y el camino a Fadricas; popularmente conocido como camino de cazadores.
Dentro de su recorrido, citar un popular y desaparecido establecimiento público denominado “Venta de Patarras” regentado desde el año de 1916 por la conocida e isleña familia de apellido “Bejerano”. Que muchos conocieron y que se ubicó en el margen izquierdo del citado camino al arsenal de la Carraca, según nos adentrásemos a través de este. Y que enlaza mediante un largo, tortuoso y antiguo arrecife o camino quebrado y terrizo en sus inicios, la zona de la población de San Carlos, hacia el citado arsenal, y casi a la altura del inicio del camino hacia el cementerio de los franceses y playa del barrio de la Casería de Ossio; en cuya esquina existió una casilla de vigilancia de la Guardia Civil, y casi pegada a la desaparecida fábrica de San Carlos o primitiva Constructora Naval (S.E.C.N) construida e inaugurada en el olivar y viñas de Rebolledo en el año de 1924.
Aquel establecimiento, se trató de un popular y conocido en su tiempo ventorrillo muy concurrido en su época, por militares, obreros y empleados en la construcción naval y de la maestranza que desarrollaban su labor en el arsenal y sus aledaños, y cuyo tránsito era además de único y de obligado cumplimiento para quienes se desplazarán desde nuestra población a la zona del extramuro norte de ella; empleando para ello diversos medios de transportes antes mencionados.
En el extremo final del camino de la Clica frente al arsenal, pegado a su margen derecho de aquellos pantalanes construidos en el primer cuarto del siglo XX por una empresa vasca junto al caño de las Astillas o del dieciocho (siglo de su labrado), se ubicó un conocido restaurant, el cual puede observarse en la célebre fotografía de la zona, tomada en el año de 1867 por J. Laurent.

Imagen de la zona, tomada por J. Laurent de 1867. Biblioca Nacional de España (Madrid).
Justamente en aquel paraje final de nuestro camino, tenía su principio y final la línea de nuestro viejo tranvía, y su raqueta de giro. También un fielato de consumos y la casilla de carabineros. Sin olvidarnos del imponente edificio cuyos restos aún se conservan, perteneciente a la marina de guerra española. Y de los restos de un puente que habría de enlazar este punto y el arsenal, y que una vez finalizado, fue demolido por su inutilidad, y por cuestiones de estrategia militar.
Como dato curioso decir que en dicha zona se pretendió establecer en el año de 1859 el primer proyecto de tranvía bajo la tracción animal, para unir aquel lejano lugar con el centro de la población. Y que a este les siguieron otros que no llegaron a ver la luz; excepto el proyecto de 1873 en viajes experimentales, y por supuesto el que muchos conocieron (1906 – 1957).
Como resto de aquel pasado y del ferrocarril que también poseyó la Constructora Naval, y que la unió desde la costa de la bahía junto a su grúa pórtico, tras atravesar con sus vías el centro de la factoría, y enlazar con el tendido férreo general a la altura de la vieja estación central de nuestra ciudad, hacia el desaparecido cruce de Torregorda, donde probar las piezas de artillería construidas por dicha empresa isleña.
Aún se encuentra como se aprecia en la adjunta imagen, el cruce de vías en sus dos diferentes anchos, junto a la puerta de acceso principal de la extinta Fábrica de San Carlos en su unión al camino de la Clica. Cruce de vías fabricado por la propia S.E.C.N como así reza grabado en sus rieles. Uno en ancho métrico por donde transitaba nuestro viejo tranvía, y el otro en ancho ibérico, por donde lo hacía la vieja locomotora y sus vagones, propiedad de la propia empresa.

La S.E.C.N durante la pasada guerra civil española, y por haber sido una industria armamentística, fue blanco y objetivo de las diferentes incursiones aéreas del bando republicano, hasta la caída del frente de Málaga del lado del bando nacional. A dichos aeroplanos les motejaron el vulgo con el apelativo de “Los diteros”; pues solían bombardear la isleña empresa a finales de semana, como lo solían hacer los diteros para cobrar sus ditas domiciliarias.
De aquellas incursiones, se registró la muerte de un asno en la cercana salina Victoria de la Clica; como la única víctima mortal que se produjo en dichos bombardeos a la zona. A tal fin la propia empresa construyó y aún se conservan entre los grandes eucaliptus, y tras su vallado con el camino de la Clica; un refugio antiaéreo para sus operarios.
El futuro imparable se vislumbra también sobre la zona que tratamos, mediante un gran proyecto urbanístico que lo transformará como así lo exige el progreso y desarrollo de una moderna urbe como la nuestra; pero los recuerdos esos, nadie nos lo podrá arrebatar.
La presente y breve historia tan solo ha tenido como testigo mudo e inexorable al viejo camino de la Clica, y del extremo norte de nuestra población. Y de todo aquello relatado, que forma parte de nuestro pasado y de su crónica local. Que muchos un lejano día conocimos y hoy rememoro al haber tenido la suerte de vivir gran parte de todo aquello, y lo quisiera dedicar a quienes no tuvieron la ocasión de haberlo conocido.
Juan José Maruri Niño. 03.08.2022.