Esos salineros, aquellos cargadores
Hace treinta años que fui, por primera vez, a Gallineras como contertulio. Germán Caos, Paco Carrillo, Pepe Chamorro, Pepe Hurtado y unos cuantos más también fueron, y conocieron la verdad del hombre de la salina, que no era otra que el fantasma seco del hambre, el horario no respetado en los tajos, de sol a sol, la miseria, el andar descalzos. El «Nía» se hizo unos zapatos para la boda y cuando se los fue a poner por segunda vez, para el bautizo de su primer hijo, los había devorado la humedad y era un hongo verde -todo el zapato destrozado- en pies que poseian las más eternas y florecidas llagas que yo haya visto.
Sé, que a veces, he hecho literatura sobre las salinas, que un cuento del «Nía» me quedó accésit en el premio «Puente Zuazo», porque hablaba también de las madrugadas no respetadas por los dueños de las salinas, que levantaban al salinero, que también le daba al cantineo, de la cama, para que pusiese -con su voz- telón espeso de flamenco, a los amores de taberna con tres o cuatro putas, jamón y vino y, por la mañana, cansado, a la salina a la «carga», con la «pangúela», por el tablón único echando el paso a compás para no caer y que no se derramase la carga.
Eran hombres que no daban su amistad fácilmente, eran hombres hechos de la materia dura de la desconfianza y no se fiaban de nadie, y menos de uno que bajara del pueblo.¡A ver qué quiere, ese!.Ellos fueron -«El Caballa», «El Nía», Carrillo ….- los que me hablaron de la carga.
Eran ellos lo que, para buscar unas pesetas a su precaria y herida de muerte economía, hacían lo que sabían debajo de los pasos, que no era sino cargar con el hombro y echar el paso con el pié contrario, según el hombro que carga. Honrada carga a «medio ganchete«, no ya tradicional, sino la única forma de cargar de entonces en la Isla, ya que ellos veían en la Semana Santa una manera de aliviar sus penas que además de la fe.
Ellos creían en el Nazareno como nadie, era la peseta que, en aquellas fechas con la carga, servía para comprar la ropa de los niños y pagar las ditas, porque había un diseminado caserío -los restos de Villalatas- y mucha necesidad. Que no todo es hambre de cuerpo ni de espíritu, sino una ansiedad que no se calma ni comiendo.Pero la carga también la encontré en «Casa del Naca», donde los «Majanillos», algunos años más tarde, cuando Agustín cargaba pasos para que su valor en el toro encontrase las ansias del triunfo, que son las mismas ansias de los salineros que decíamos antes.
La tarde la Isla se demora sobre el hombro de Cristo tan morado, Cristo de sangre con la cruz cansado por el mismo cansancio que devora al cargador que bajo el paso, ahora, carga con otra cruz bajo el tapado de las caidas, con el paso; andado de salinas, de cargas y de horas en las que el sol, el cántaro, la vara,el sudor que corriendo por la cara escuece como nadie, como un llanto.

Cargar a Cristo o a la Madre Pura, mecer el palio y soportar el manto, por esa noche de la Isla, oscura.
Rafael Duarte.
Publicado en boletín «Medio Ganchete» de la Cuadrilla de «Nicolás Carrillo». Año 1995.