El carnaval de la Isla hace Cien años

Lo leía en un número del periódico «El Departamento» de febrero de 1.899. Hoy, casi cien años después y visto desde nuestro prisma actual, era bastante sosera, como creo que serían en otras poblaciones, que estimo es cuestión de costumbres y de modas.

Decía así: «En la Alameda. Hasta horas muy avanzadas de la tarde, se estuvo ayer trabajando en tan aristocrático paseo, con objeto de dejar terminada la instalación del alumbrado extraordinario que el Excmo. Ayuntamiento acordó en la sesión del viernes último. En las entradas se han dispuesto caprichosos arcos de bombillas, sustituyéndose las farolas con grupos de globos de cristal esmerilado que ofrecerán, seguramente, por la noche, un bonito golpe de vista…»

Sigue relatando cómo se colocarían unas quinientas sillas «en tan aristocrático paseo» y que una charanga compuesta por varios músicos de Infantería de Marina habían preparado veinticuatro piezas.

El gacetillero sigue relatando sin relatar, y exponiendo sin concretar, lo que eran las fiestas. De lo que sí me he enterado es que a la Alameda iba una «numerosa y distinguida concurrencia». Cuando se refiere a la actuación de la anteriormente citada charanga, explica que «amenizó aquel ameno lugar, resultó una novedad, haciéndonos recordar pasadas épocas de verdadero lujo carnavalesco, cuando afortunadamente, ni el ánimo público ni la hacienda local se veían en el estado de prostración en que hoy se encuentran». No hay nada nuevo bajo el sol, el Municipio carecía de liquidez.

«Ningún disfraz digno de ser consignado se ha visto hasta la fecha, a excepción de tres bebés que animaron mucho el paseo, con sus hermosos sonajeros…».

Por lo que se vislumbra de lo transcrito, el personal «aristocrático», por supuesto, se iba a la Alameda para oir la charanga y ver pasar a «las máscaras», que no sé cómo podían divertirse sin «litronas» y demás fruslerías, hoy imprescindibles.

Un niño con traje de colores nacionales y gorro frigio, lleva la bandera española. Las coplillas son de actualidad y cantan con afinación. «Los cucos de la nación dirigida por Manuel Pérez Romero, lleva dos guitarristas Rafael Vila y Martín Santos. Unos niños muy bien vestidos, sobre todo el niño Ángel Lucas de Aza, representando la Paz. Esta comparsa se distingue por los trajes caprichosos y lujosos. El director viste de España destronada…» Analizando lo escrito, hemos de buscar un paralelismo entre la bandera nacional y el gorro frigio, de claras reminiscencias republicanas. El nombre y los dos apellidos del niño «Ángel Lucas» denota un claro enchufismo digno de un digno estudio y posterior publicación.

Reseña, dentro del baile dado, tanto en el Centro Obrero como en el Círculo de Artes y Oficios, la presencia de «tres preciosas jóvenes que vestían caprichosos trajes de cuervos. Una de ellas era la simpática Srta de Carrasco, hija de nuestro querido amigo Don Sebastián…. Que no cabe duda de la hermosura de los cuervos y de la belleza de las señoritas en cuestión, que me figuro como «Roquefeler» -el que solía salir de la mano de Moreno-, pero al estilo administrativo, o sea, un original y dos copias. De las otras dos «cuervos» no dice ni el nombre, se conoce que no eran hijas de D. Sebastián o cualquier otra aristócrata de la élite local.

Los incidentes son también aireados en la crónica y el celo de las autoridades, que ya se menciona: «Acompañado del comandante de la Guardia Municipal, Sr. Ceronado, estuvo el Alcalde Accidental, Sr. Gutiérrez y González, recorriendo los lugares más favorecidos por el público, dictando algunas órdenes encaminadas a facilitar el tránsito». Más adelante se explica cómo las autoridades, «celosos de la conservación-del orden, tanto’ el Alcalde Accidental, el capitán de la Guardia Civil y el Comandante de la Guardia Municipal, recorren durante el día y la noche todos los centros de animación de la localidad dictando las más acertadas y oportunas órdenes…». Lo que denota un celo profesional, sólo comparable con las figuras del Antonio Moreno Olmedo, María del Carmen Gómez Baña y José Suraña Carrasco, disponiendo las oportunas disposiciones para el tránsito y las bullas. En fin, de esto hace 101 años y da muchos motivos de comparación y situaciones curiosas, formas de escribir distintas, otras maneras de divertirse.

José María Hurtado Egea
Febrero de 1998.