Anécdotas del histórico Mesón del Duque
En el antiguo Mesón del Duque, que se hallaba al comienzo de la calle Real, tuvieron lugar hechos simpáticos con proyección en toda la ciudad; uno de ellos entre un paciente habilidoso y su médico, el enfermo de la Vega de Pas, en Cantabria, y el médico isleño y académico.
«Regatu», así se llamaba el paisano de Pereda, se hizo famoso en toda la zona sur, donde venía con frecuencia, desde la Montaña, con unas hermosas vacas lecheras para venderlas a los labradores andaluces. Era, como buen pasiego, un sujeto calculador, meticuloso y desconfiado. Su voluminosa cartera la guardaba con mucho misterio debajo de la enorme faja que daba vueltas a su cuerpo menudo y saltarín.
El apodo de «Regatu» parece que arrancaba del hecho de que en cierta ocasión cruzó de un salto un profundo riachuelo para cortar el paso a un peligroso salteador, a quien capturó y puso a buen recaudo. En su pueblo había sido somatén en la dictadura de Primo de Rivera, alcalde de barrio y juez de paz. Pero su actividad principal era la de tratante de ganado, en cuyo cometido daba ciento y raya.
Conocía a las vacas mejor que a su propia persona, y con ellas se había encariñado hasta considerarlas de la propia familia. Cuando su mujer se ponía enferma no le daba importancia; pero cuando era una de las «lecheras» la que tenía algunos achaques, «Regatu» no vivía y eran de ver sus desvelos y sus atenciones para salvar aquella «fuente de riqueza».
La curiosa anécdota, que retrata a «Regatu» de cuerpo entero, sucedió en la antigua Villa de la Real Isla de León, en el histórico Mesón del Duque donde pernoctaba. Cierto día se encontró enfermo y llamó al médico de la zona:
-«Ay siñor dotor.. Estoy mu malu. Me ajogo, deliro y sufro pensando qué a va ser de mis vacucas si yo me muero»…
-¡Vamos a ver, hombre, vamos a ver! -le animó el doctor-. Tenga paciencia y ya verá como se pone pronto bien.
¡Ay, doctor! -suspiró «Regatu»-. Yo li prometu que, si me cura, la mejor vacuca es pa usté.
El doctor reía con las ocurrencias del enfermo, que en quince días se puso nuevecito. «¡Ay, gracias a Dios dotor, gracias a Dios, que ya me encuentro güenu!».
El buen pasiego retornó a sus actividades y no recordó el ofrecimiento que había hecho al borde de la muerte. Cierto día que se lo encontró el médico quiso refrescar la memoria del viejo cazurro.
–Y bien amigo «Regatu»… ¿Cómo andamos de salud?
-¡Ay siñor dotor!.. Muy bien, pero que muy bien. ¡Lo que jace la ciencia!…
Pero al recordarle lo de la vaca, «Regatu» replicó rápido y genial:
-«¡Ay, dotor!.. Pero díjili eso?..! ¡Lo que dice la gente cuando delira!». Y se quedó tan fresco.
En el desaparecido Mesón del Duque ocurrió otro hecho excepcional, vinculado tradicionalmente a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Nazareno. A mediados del siglo XVIII estuvieron en el Mesón unos italianos y al no tener dinero para abonar la pensión dejaron al dueño del establecimiento la primitiva imagen de la cofradía, que procedía de Italia y era propiedad de aquellos. De ahí arranca -según la tradición- esa Hermandad tan entrañable para todos los isleños y para miles de personas de toda la zona de la Bahía gaditana, que acuden a su desfile procesional y que se halla vinculada a la iglesia mayor parroquial de San Pedro y San Pablo.

Quintín Dobarganes
Publicado en Diario de Cádiz