Hucha del DomundEl chino, tan familiar en las casas. Fotografía www.elguichidecarlos.com

En el calendario de la Isla, el mes de octubre tenía dos acontecimientos a celebrar. Uno de ellos se refería a la festividad del Cerro–que hablamos en otro lugar-, y el Día del Domund.

De los colegios salían los chiquillos que les liberaban ciertas horas de la enseñanza diaria, a pié de calle con unas huchas de barro que representaba las cabezas de necesitados del mundo por aquel entonces, negritos, indios, japonés, nipón y chinos.

Por la calle real y los barrios – agitándolas para hacer sonar las calderillas de perras gordas y reales, los postulantes solicitaban en caridad cristiana un donativo a los paseantes, que estos muy a menudo –los malahé- cambiaban el sentido de la marcha, o la mirada y sordera correspondiente para no atender al jartible niño. Por cada donativo: una pegatina o dos si eran generosos, y a juannajarse.

Al regresar a casa, la hucha dormía una noche en cada casa de los niños que salían a pedir. Sobre el aparador, cómoda o mesita de noche, la hucha era el punto de mira de la familia. El niño soñaba con que mañana saldría temprano para llenar la morterá.

A los dos o tres días de tener al negrito, chino o indio en manos de los peticionarios, había que entregarla en el colegio y no se conocería el importe recaudado hasta que todas las huchas constaran en el colegio. Ahí se demostraría quién era los ganadores en recaudación conseguida en el Colegio. Existía hasta competiciones – no oficiales – entre Colegios, Iglesias, Barrios y Ciudades. Lo importante era recaudar para los más necesitados fuera de la Isla, porque los que realmente necesitaban ayuda en la Isla, para estos no había DOMUND.

A lo sumo, cuatro o cinco duros la hucha que más había recaudado. Los maestros decían que si algún padre muy generoso daban un gran donativo, nos podíamos quedar con el chino, nipón, japonés, indio o negrito. A la larga, las huchas se recogían y enviaban a las Iglesias para que volviesen el siguiente año.

Hucha del Domund
El chino, tan familiar en las casas. Fotografía www.elguichidecarlos.com

El güichi de Carlos.