El Cerro

La Festividad de el Cerro

23 de Octubre, día del Cerro en San Fernando.

Ciento cincuenta años  antes de que la  Isla de León contara con su primer Ayuntamiento municipal en 1766, allá por aquellos tiempos de 1617, el Pontífice Paulo V otorgó un año después (1618) la petición realizada por parte del Municipio y su Obispado para que los días 23 de Octubre se considerase festivo como el día de los Patronos San Servando y San Germán, que por bula de Pio VII en 14 de septiembre de 1803 se concede la inscripción como mártires en la letanía de los Santos. San Servando y San Germán también son nuestros primeros Patrones nombrados por el primer Ayuntamiento cañaílla con fecha de 20 de Marzo de 1766. Dicho día 23 de octubre del año 290 de nuestra era, ocurrió según relatan diversas publicaciones, el martirio y degollamiento por parte de las legiones romanas Ursarientes, de ambos hermanos en nuestro “Cerro” que entonces era denominado “Ursuniano” junto con los actuales Camposoto y Gallineras. De estos hechos procede la Festividad de conmemoración de los Santos Mártires que antes celebrábamos mayoritariamente por los cañaíllas en el mes de Octubre.

Panorámica vista de la ermita del Cerro
Década años 20 Siglo XX. Como no podía ser de otra manera, en la imagen aparece el cañaílla que con el canasto en brazo se buscaba la vida vendiendo las castañas, piñones, nueces y menbrillos entre otros.

Dicen que en la antigüedad, junto al Cerro –al no existir el acuartelamiento los terrenos se comunicaban entre sí- frente al cementerio habituado en El Pedroso (en la huerta de la Compañía) existió  un Monasterio Benedictino fundado por San Fructuoso y otro de mujeres, del que fue su primera abadesa Santa Benedicta. En 1690 en el plano de Fray Jerónimo de la Concepción queda denominado el Cerro como “Monte del Cabero del Yeso” por la cantera de dicho material que allí existía y que en la década de los años diez del siglo XX, aún perduraba.

Se conoce que allá por el año de 1830 se instaló en los terrenos una Cruz sobre un pilar con una inscripción que recordaba lo que allí ocurrió. Siendo Alcalde de la Ciudad de San Fernando D. Pedro Sutil Garro en julio de 1878, se licita la construcción de una Capilla en los terrenos de la dehesa de la Alcudia en honor de los Santos Mártires Patronos. El importe de la edificación llegó alcanzar la cifra de 11.758,00 pesetas de la época. Según consta en nuestro Archivo Municipal, el acto de la colocación de la primera piedra ocurre en 14 de septiembre de 1878 en los terrenos cedidos sin gravar coste al municipio por el propietario D. Augusto de Castañeda y Benítez.

Como era habitual en este tipo de acto de colocación de primera piedra, se introduce en una caja de plomo un tarro de cristal, una bula de la cruzada, una moneda de plata de cinco pesetas y otra de cobre de diez céntimos de pesetas ambas con el busto de Alfonso XII. Los periódicos de la fecha de “Diario de Cádiz” “El Comercio” y “La Correspondencia Gaditana”, todos publicados en la capital ya que en La Isla aún no existía ediciones locales. Lavando muy bien dicho tarro de cristal se introduce estos objetos para ser enterrados para la perpetuidad, como era la intención. El acta es firmada por las autoridades civiles y religiosas que asistieron al acto.

Primitiva Ermita del Cerro. Inaugurada el día 24 de Octubre de 1880 en terrenos distintos donde hoy tenemos nuestra Ermita. Fotografía de Quijano.

Después de una serie de retrasos habidos en la construcción de la Capilla que en un principio se estableció un tiempo de seis meses, con fecha de 24 de Octubre de 1880 se realiza la inauguración oficial. La Comisión de Cádiz llegó a La Isla en tren especial para reunirse con el Ayuntamiento de San Fernando en la Iglesia Conventual del Carmen que en procesión hacia la Ermita partió antecedida por el estandarte de la ya Hermandad de los Santos Patronos, de Cofradías y lo que se denominó como “pueblo llano”. Una vez en El Cerro, el Obispo procedió a celebrar la Santa Misa y a la finalización de la misma, los romeros cañaíllas comenzaron a vivir el primer “Día del Cerro” con su Capilla.

Antes de continuar hay que hacer mención que los mencionados terrenos de la Alcudia no eran dónde hoy se ubica nuestra Capilla. Estos terrenos se encuentran dentro de lo que hoy es recinto militar de Camposoto.

Una crónica de 1888 dice textualmente.

1888.- Muy animada estuvo en el día ayer la romería al Cerro de los Mártires, por muchas familias de esta ciudad, y algunas de Cádiz y Chiclana.
Desde bien de mañana se hallaban colocados en las inmediaciones de la Capilla numerosos puestos de comidas y toda clase de bebidas, para que tuviesen los romeros con qué refrescar y disfrutar como en una gira campestre. Y a la verdad creemos que no habrán dejado de tener despacho, según tuvimos ocasión de ver.
Como el sitio es delicioso, se presta admirablemente para improvisar debajo de los árboles y sobre las yerbas y tomillos de la que se halla por todas partes en aquel sitio, una comida, y sentados alrededor de un pequeño mantel, disfrutar alegremente de los goces que presta el campo, viendo pasar numerosos grupos de liadísimas jóvenes, cuyo semblante demostraba el goce que se hallaban poseídas, y oyendo el sonido de los instrumentos que acompañaban los bailes propios de nuestro país.

La Capilla estuvo todo el día abierta y llena de devotos que oraban ante las imágenes de los Santos Servando y Germán, cuyo altar se encontraba adornado y con velas encendidas.

A las doce se cantó misa con la posible solemnidad y predicó el Presbítero Señor don Antonio Forero, Capellán del Excmo. Ayuntamiento, el cuál reseñó a grande rasgos la vida de nuestros Patronos y la veneración que se les debe.

Por la tarde se rezó el Santo Rosario y se cantó una Salve y la letanía de nuestra señora, concluyendo el día sin que tuviese que lamentar ningún incidente desagradable, antes al contrario, se vio la compostura y respeto en los actos religiosos y la cordialidad más expresiva entre todos cuantos fueron a la festividad, lo que no es ciertamente de extrañar dada la ilustración de nuestros vecinos.

A muchos de los concurrentes a la romería oímos, hubieran visto con gusto que la música del Municipio hubiese amenizado la fiesta tocando algún tiempo, lo que creemos que tal vez fue un olvido, atendiendo el poco costo que eso ocasionaría.

En las primeras décadas de los años veinte, aún llegaban los gaditanos a celebrar el día de sus patronos a nuestra tierra. Continuaban con la tradición que los habitantes de las islas gaditanas crearon y continuaron a pesar de que con la emancipación de La Isla, aquí se quedó una Fiesta y romería de la Capital. En bastantes ocasiones como ocurrió en el año 1923, la inclemencia del tiempo con fuertes lluvias no se ha podido celebrar la romería.

Al comienzo de la década de los difíciles años 30 del Siglo pasado, gracias a que son cedidos gratuitamente por parte de sus propietarios mayor número de metros cuadrados –en condiciones iguales a los anteriores- de los terrenos de las dehesas de Sopranis y La Marquina, se amplía el recinto de la Capilla incluso para construir una casa al santero que la cuidaba. En 1936 todos los domingos se celebraba misa para las tropas del acuertelamiento y hortelanos y pescadores de la zona. El 23 de octubre del mismo año, los niños de la Escuela Cristiana de los Hermanitos cantaron la misa de celebración al igual que venían haciéndose en décadas anteriores. La Ermita también ha sido escuela donde los pequeños de aquellos parajes recibían clases en las décadas de los años cincuenta y sesenta.
En las décadas de los años treinta y sesenta aparecieron hornos romanos, restos arqueológicos y tesoros encontrados que se encuentran en nuestro Museo Municipal de la calle Real. Fotografías y artículos de Quijano y Clavijo entre otros, hacen mención a estos descubrimientos.

La vieja Capilla de 1880 debido a que se encontraba en la parte más alta del Cerro, recibía las inclemencias de la climatología y se deterioraba continuamente. En 1942 ya se comentaba la necesidad de construir en un lugar más bajo del El Cerro de nuevo edificio de Ermita en La Marquina, cuyas obras dieron comienzo en 1943 con la misma fisonomía de la vieja edificación pero ampliando la superficie en algunos metros cuadrados. En 1945 son permutados a D. Enrique Garrido (alto mando militar de Camposoto) los primitivos terrenos donde se situaba la vieja edificación ya en deterioro total a cambio de que la Ermita que hoy conocemos pudiera alcanzar la cima del Cerro dentro de sus límites. En la festividad del Cerro del año 1945, siendo Alcalde D. Benito Cellier Buitrago, se inaugura la nueva Capilla –este año de 2007 cumple 62 años- a la que se le incorpora en noviembre de 1951, la primera piedra del acto de noviembre de 1878, con los objetos mencionados anteriormente y que consta en acta firmada por el Alcalde D. Francisco García Raéz. El Teniente Vicario del Departamento D. Recaredo García Sabater y el Teniente Coronel de Infantería de Marina, D. Manuel Díaz Sutil y de Bustillo – principal participe de esta construcción – entre otros.

Nuestra Ermita de hoy. Construida en un lugar más bajo que la primitiva, se inaugura en la Festividad del Cerro del año 1945. Fotografía de Quijano.

La nueva Ermita es restaurada nuevamente a comienzo de la década de los ochenta. Para el día del Cerro del año 1982 se abre nuevamente con los Patronos al público una vez que permaneció cerrada durante años en malas condiciones.

El acceso al Cerro por parte de los cañaíllas que se desplazaban al lugar en caballerizas, bestias, carruajes de alquiler, bicicletas, automóviles y camionetas, da comienzo desde la calle Real por el callejón llamado entonces de Ureña -Santo Entierro-, carretera de Gallineras continuando por el camino a la Almadraba. En Octubre de 1949 para la festividad del día, llegan por vez primera el transporte de autobuses para trasladar a los isleños al lugar. Dos años más tarde llegaría la corriente eléctrica al Cerro. Finalizando la década de los años sesenta, la celebración consistía en procesión que salía desde El Carmen hacia la Ermita que algunos años, debido al mal estado de conservación de ésta, se celebraba la Misa en el exterior de la misma.

La Ermita de los Santos Mártires permanece abierta sólo los días de la Romería. Fotografía de www.elguichidecarlos.com

Los distintos periódicos, revistas y semanarios de comunicación de La Isla y Cádiz, desde las últimas décadas del siglo XIX, recogen anualmente el acto de celebración de la Santa Misa y romería. Esparcimiento y disfrute en aquellos terrenos de yerbas aromáticas que, hoy en día, ni tan siquiera son la cuarta parte en extensión de los que en los años sesenta del siglo pasado poseíamos. Montañas y cuevas descubiertas hacían tener un atractivo especial a este cerro en La Isla.

Los actos oficiales se manifiestan en partidos de fútbol con disputa de trofeo entre aficionados. Carrera de cinta en bicicleta y posterior motocicletas con aquellas Vespas, Lambrettas, Mobylette, Montesas, Derbi y Vespinos. Por parte del Ayuntamiento se hacía reparto de bolsas con meriendas a niños necesitados, y algunos adultos que se las “apañaban” para coger el sustento de mañana. Finalizaba con el rezo del Santo Rosario al atardecer por todos los fieles presentes que, en ocasiones, el Capitán General del Departamento asistía junto con el Ayuntamiento en pleno, el Clero, autoridades civiles y militares, y miembros de las Falanges. Los actos aunque modestos, no dejaban de recordar anualmente la celebración cultural y religiosa.

Desde el Callejón Nuevo hasta El Cerro por aquellos caminos de tierra de mal asiento, excrementos de bestias y grandes charcos, se realizaba una gran caminata de ida y vuelta. Entonces no existía tanta edificación para tomar referencia de cuanto quedaba por llegar. ¡El Cerro estaba lejos con cojones¡. La barriada de los barqueros y pescadores y alguna que otra casa de mala construcción que vino a ser denominada como “villa lata” era cuanto existía hacia Gallineras. Entonces (años 60) el camino hacia la Ermita discurría a la altura de la hoy llamada calle María Zambrano. Un camino nos llevaba directamente hacia la explanada donde se encuentra la edificación. Los terrenos donde hoy existen viviendas cuyas calles llevan nombre de astros, en su día pertenecieron al Cerro. Aproximadamente en estas tierras cercanas al cruce con Gallineras, existió un puesto de guardia de Carabineros que vigilaban entre otros las entradas y salidas del muelle (por aquello del contrabando y pago de arbitrios municipales). Los familiares de los Carabineros vivían en la casa cuarte de la Guardia Civil que aún hoy en día perdura en los terrenos militares junto al pozo de la Alcudia.
El camino de acceso que hoy conocemos es el llamado de Artillería por donde se tenía acceso a estas dependencias militares. Si observamos hoy este camino, nos encontramos en la primera curva una cancela cerrada que no permite el paso hacia Camposoto donde en “aquellos tiempos”, existían barracones de los soldados de Regulares (aquellos de uniforme tierra Sahara y gorra con paño en rojo sobre la cabeza). Los “Regulares” no eran los conocidos como soldados de Camposoto. Estos eran de uniforme color “caqui”, los que siempre hemos tenido en La Isla. Existe en este camino otra cancela anterior a la mencionada que, si nos asomamos por ella, podemos observar la profundidad que se ha bajado con las excavaciones que se realizaron en el Cerro y cuyas tierras partía hacia las obras en Cádiz mayoritariamente.

Paella en EL Cerro. San Fernando
1991 Impresionante paella con más de 950 kg. de alimentos guisada por el maestro cocinero Antonio Carmona Rosa.Fotografía publicada en «La Cuestión».

Allí en El Cerro se reunía toda La Isla para comer y merendar. Ya habíamos celebrado el día de la Hispanidad y aniversario de la Coronación de la Virgen del Carmen los 12 de Octubre. Los colegios hacían medio día de fiesta y dejaban a los alumnos libres por las tardes que aprovechaban la ocasión para portar las huchas con cabeza de negritos, chinos é indios con la que se recaudaban donativos el día del DOMUND. Los comercios e industrias cerraban al medio día. La Isla permitía que sus vecinos acudieran a El Cerro con las familias, amigos y compañeros de trabajo.

Desde La Carraca, El Consejo (Bazán) y La Constructora (San Carlos) los operarios de monos azules y boinas negras en bicicletas concurrían a dar el encuentro a las esposas que ya se encontraban disfrutando del día de fiesta. Los chiquillos subían y bajaban por las distintas cuestas y desniveles arrastrando el culo con aquellos pantalones de tela de pañete o pana que no rompían con el roce de la tierra. Jugaban al fútbol dando “punterazos” con los zapatos Gorila que nos duraban años y años sin romper. Teatralizaban las acciones de las películas de “convoy” o “policíaca” de las últimas que habían visto en “el cine Infantil”. “Los indios” y a las peleas americanas del “enmascarado de plata” eran las preferidas. Otros acudían con los “tirachinas y tirabalas” y con aquellas “limas o pinchos” de la Bazán -¡que bien clavaban¡- que sus padres les traían para jugar “al pincho” en la calle-. Allí había terreno para todo. Las niñas jugueteaban al “tocadé”, saltaban a la “comba” con la cuerda o imitaban a sus madres dando de comer a aquellos muñecos que a veces le faltaba un ojo, el brazo o una pierna, y que los Reyes le “habían echao” varios años atrás. Era lo que había. Las abuelas vestidas normalmente de negro o de “luto aliviao”, se encontraban con otros familiares que, a pesar de vivir todos en San Fernando, en tiempo no se veían.

Las castañas asadas. Rico fruto que en sus distintas versiones de asadas y pilongas sólo las comíamos al llegar El Cerro. Fotografía www.elguichidecarlos.com

En las tiendas de ultramarinos y “encá de.”, en cada barrio, las madres con el beneplácito económico de “los chicucos” –apuntando en la libreta- se aprovisionaban de nueces, castañas -las asadas en El Cerro-, las pilongas, los piñones, los boniatos, las nueces, las avellanas de los toros, las “granás”, los higos secos y los de las huertas y vía del tren de chumberas. En aquellas bolsas y “chivatas” que portaban nuestras madres y los hermanos mayores, había que hacer sitio también para El sifón, el Nick, la Mirinda, la Revoltosa, la Casera, la cantimplora con el agua, las teleras y manoletes de pan, la libra de chocolate, el cuarto de kilo de carne de membrillo y los cien gramos de chorizo o la mortadela de lata. En fin, todo lo que se comía en “aquellos tiempos en El Cerro” y que constituía una “merienda especial” de frutos que solo los probábamos por la ocasión. Aquella semana a “los diteros” no se les podía pagar “la dita”.

El Puente de la Casería. Otro lugar donde los cañaíllas de los barrios del norte de La Isla acudían a celebrar la festividad del Cerro. Colección El Trebol de Cádiz.

Los que vivían en los barrios del norte de la Isla, en las huertas, manchones, patios de vecinos o casas particulares de “zócalo gris de la marina” por la Estación, San Carlos, Carlos III, La Casería, Fadricas, El Parque… debido a la lejanía y dificultades que tenía para llegar al Cerro, celebraban su “Día del Cerro” en los aledaños de la vía del tren. Disfrutaban viendo llegar y pasar las locomotoras bajo el Puente de la Casería que expandía el humo negro al chocar con aquellas viejas e históricas piedras del puente -desaparecido este año de 2007 a causa de quienes no estuvieron a la altura del cargo que representan-y que a veces coincidía con el paso por arriba del Puente del desaparecido tranvía.

Los niños disfrutaban observando las maniobras que realizaba el “guarda aguja” de la estación cada vez que venía un tren y tenía que cerrar las barreras del paso a nivel. Las madres protegían a los hijos cuando escuchaban el pito de la locomotora. El día del Cerro como casi todos los del año, los maquinistas de los ferrocarriles saludaban al pasar. Los padres y jóvenes, los más aventureros, cogían higos de tunas con cañas o las manos y al caer al suelo, los refregaban por la tierra para quitar las púas. Los días de levante todos salían con “puyas” por el cuerpo.

Llegó la época de comenzar a salir con el utilitario más allá del Ventorrillo del Corral. Ya no se congregaba el gentío familiar alrededor del mantel en la tierra. Por otra parte, cuando llegó allá por 1968 lo que se llamó la “productividad empresarial”, el cierre de los comercios y colegios al medio día dejó de producirse. Los medios de comunicación anunciaban la pérdida de la tradición y la formación del espíritu religioso. La fiesta comienza a celebrarse en el domingo más próximo en el calendario al día 23, aunque en ocasiones, volvió al día de los Patronos.

En el año cincuenta coincide el “Día del Cerro” con la visita a La Isla para recibir la Medalla de Oro de la ciudad nada más y nada menos que “El Generalísimo Franco”. Evidentemente ese día la Plaza del Rey y toda la calle Real se encontraba repleta de gentes para ver y recibir –como había que hacer- al Jefe del Estado. La Corporación Municipal se encontraba a pié de la Escalinata del Ayuntamiento. Por la calle Real el vehículo de Franco circula lentamente escoltado por miembros de “policía secreta” y militar, mientras que la Policía Municipal se encargaba del ordenamiento del orden público y tráfico. Los niños de las escuelas y el pueblo con gritos de ¡Franco¡ !Franco ¡ brazo derecho en alto, aclamaba el paso de la comitiva que reconocía el vehículo Mercedes del generalísimo por que ya lo habían visto en el NO-DO. Ese día, El Cerro echó de menos la presencia de los “cañas”. ¡Había que estar…., Donde había que estar¡ Haber quién faltaba…..

Finalizando los setenta y comienzo de los ochentas, varias Asociaciones y los “Amigos del Caballo” acudieron durante unos años a la romería levantando la asistencia de público que ya no portaba tanta comida y consumía en las barras que se montaban al efecto. La juventud comenzó también a emigrar a los campos de Chiclana donde los padres ya poseían chalet. Otros se desplazaban en tren a las Canteras de Puerto Real. Así comenzó una vez más la decadencia de la tradición ayudada por la poca efectividad de la delegación de Fiestas de nuestro Ayuntamiento que, no invertía lo suficiente, o no era efectiva la inversión. En los años 90, fue más de lo mismo reduciéndose la asistencia de los cañaíllas y el interés municipal por la Fiesta.

Romería de los Santos Mártires. Jóvenes ataviadas con traje de salineras portan a los Patronos de La Isla camino del Cerro. Fotografía de autor desconocido.

Aunque nada tiene que ver con la Fiesta de los Patronos y sí con la Ermita, sólo recordar lo sucedido en 27 de Mayo de 1998 cuando según algunos vecinos de Gallineras observaron la silueta de la Virgen María en su advocación a la Virgen de la Bola de Luz en la parte trasera de la edificación, convirtiéndose en un lugar de peregrinación durante unos días.

Ya en el comienzo del siglo XXI los cañaíllas acudimos a El Cerro más bien como si fuera la feria de la tapa. Pocas familias se ven cargadas de frutos. Ya llevamos hasta la silla y mesa de la playa para no tener que estar sobre la tierra. Ya no tenemos ni sombra. Ya no se ven a aquellos pescaores, mariscaores y vendedores ambulantes de gorra campera y boina vendiéndonos el pescao de Gallineras, de esteros, los camarones y bocas de la Isla. Ahora hay puestos de frutos secos, chucherías y algodón de la Feria. Ahora tenemos hasta váteres públicos portátil. En aquellos tiempos…. El vater era dónde no te veían.

Ahora tenemos Policías Locales (varios) con vehículos por parejas y personal de Protección Civil (más todavía) con ambulancia incluida para no más de 500 romeros. Antes sólo había tres Guardias Municipales con una bicicleta para miles de gentes. Ya los niños no juegan a los héroes de las películas, ahora llevan “maquinitas portátiles” que no dan la lata a los padres.

Y para más colmo, se ha consentido por parte del gobierno local la dejadez en celebrar el “Día del Cerro”, e intentar levantar la vieja tradición.

Cierto es que con el cambio de fiesta local del 23 de octubre por el 24 de septiembre para el realce de la conmemorable gesta de aquellos cañaíllas de hace ahora 197 años, la festividad del Cerro –aunque se celebrara en Domingo-, no se merecía la desgana por parte de nuestros gobernantes en las últimas décadas que, escuetamente invierte en carteles anunciadores subvencionados por otras entidades y organismos, en el alquiler de castillos hinchables para los pequeños y carpa de bebida. Un año, hemos llegado a tener que salir del Cerro para tomar una cerveza, o vino, o agua, “no había donde comprar ná”.

De Ermita a Ermita. La de Santa Ana en Chiclana de la Frontera vista desde El Cerro en San Fernando. Fotografía de www.elguichidecarlos.com

No han sido capaces o de “buena gestión” después de tantos años pretendiéndolo, volver a resurgir una festividad y tradición que en los 150 primeros años pertenecía a Cádiz y luego nos quedamos con ella, sumando en Las Islas Gaditanas tan solamente la friolera cantidad casi de 400 años (1617-2007).
Es curioso, que un Ayuntamiento donde tanto exalta la Semana Santa, que una Fiesta religiosa, cultural y tradicional como es el Cerro, la hayan dejado tal como hoy lo tenemos. Es excelente que luchemos –lo que antes no hacíamos- por el 24 de septiembre. Pero no es de “perspectiva turística y tradicional” dejar desaparecer, o cumplir con escasas partida presupuestaria “El Día del Cerro”. Hay que saber rectificar tal como lo hizo este año la Federación Isleña de Peñas al celebrar por vez primera en el Cerro, su reunión anual que congregó a un millar de personas.

La Isla necesitamos que se divulgue continuamente más allá del Puente Zuazo y Río Arillo para atraer visitantes y bonanza económica. Quizás una fiesta en septiembre y otra en octubre sean unas de las iniciativas turísticas que necesitamos entre otras tantas e incluir en folletos publicitarios para divulgar un patrimonio cultural de La Isla.

Batería Alta. Durante la Guerra de la Independencia vigiló la entrada y el caño de La Isla, obligando a los franceses permanecer en tierra de Chiclana de la Frontera. Fotografía de www.elguichidecarlos.com

En el Cerro no vamos a pedir que se realice la recreación de lo ocurrido a San Servando y San Germán –no habría figurantes que se dejen cometer la valentía de los hermanos- pero, al igual que hemos creado y es aceptada la ruta turística de la Sal con tan solo dos salinas que nos quedan, no olvidar que este lugar –El Cerro de los Mártires- también tuvo su importancia como la batería alta de Gallineras para no permitir el paso de las tropas afrancesadas por el caño de La Isla y que José Bonaparte, entonces autoproclamado “Rey de la España afrancesada”, se tuvo que quedar en Chiclana, sin pisar la “Villa de la Real Isla de León” e irse a ser puñetas junto con su Mariscal Víctor a Santa Ana. Otra razón más para darle vida a El Cerro, siquiera con una “placa y ambas leyendas” que no son pocas, y un protagonismo turístico de la ciudad. Invirtiendo claro está por parte municipal en el monte más alto de la Bahía de Cádiz que, desde sus 30 metros sobre el nivel del mar, se observan las zonas inundables, caños, esteros, salinas, muelle de Gallineras y fauna allá en el Parque Natural que, a quienes nos visitan, no les enseñamos y explicamos lo que tenemos. ….Por si “soplan” la idea y la mejoran

Carlos Rodríguez.-
El Güichi de Carlos.
Octubre de 2007