El borrico Perico
Debo reconocer que soy un asiduo parroquiano del Guichi de Carlos y que diariamente, me desayuno vino de historia de nuestra ciudad y busco nuevas tapas con que satisfacer mi curiosidad y ansias de conocimientos de las raíces de mi pueblo y para ello no existe otro lugar mejor que este Guichi para encontrarlas.
Mi enhorabuena a ti, Carlos y a todos los que colaboran en él.
Nací hace ya muchos años en el numero 3 de la Calle La Herran, justo al lado del Bar de Los Gallegos, diferente a como lo conocemos hoy, regentado por un jovencito Cesáreo, que actualmente disfruta de un merecido retiro en sus tierras gallegas. En la esquina de enfrente justo donde hoy existe una entidad bancaria había una tienda donde se vendían cañas de pescar de bambú, botijos macetas etc de la que no guardo apenas recuerdos.
En el numero 11 vivía mi abuelo Manuel Oliva Bascon uno de los últimos artesanos, sino el ultimo, carpintero de Rivera que hacia su trabajo en el Real Carenero que ya entonces, presentaba signo inequívocos de ruina y de donde salieron no se cuantas espadas y carrillos de madera que sus nietos disfrutábamos en Reyes.
Te cuento todo esto porque de esa calle empedrada llena de boquetes que hacíamos adrede para hacer el hoyo de los «bolindres» guardo un recuerdo imborrable que tal vez no conozcan los amigos del Güichi.
Al principio de la calle colindante con Murillo, vivía una anciana llamada Doña Ester que siempre tenia la puerta de la «casapuerta» cerrada. Diariamente el lechero con su borrico, que se llamaba Perico, cargando sus serones con los Cántaros de leche, repartía su preciado liquido a granel, casa por casa. Pues bien, a la altura del Cuartel de la Guardia Civil, que entonces existía en la calle Murillo, Perico salía de estampida sin que su propietario pudiera evitarlo, hasta pararse delante de la casa de Doña Ester y con una de sus patas delanteras golpeaba una y otra vez la puerta hasta que esta se abría dejando ver a una sonriente señora con un saquito lleno de pan con el que diariamente obsequiaba al hambriento animal hasta que saciado y después de recibir una sentida caricia y un hasta mañana, volvía a sus quehaceres con la docilidad que le caracterizaba.

En el libro Calles de la Isla de Juan Carlos Fernández, en la pagina 89 hay una Fotografía del borrico con la cabeza dentro de la casa de Doña Ester y si alguien se pregunta, que hacia el borrico con la cabeza dentro de la casa ya tiene la respuesta y si no tienes el libro o la fotografía con mucho gusto te la haré llegar.
Juan Manuel Calero Oliva