Bar Los Gallegos

75 Aniversario (1947-2022)

En la calle Real, avenida de la Marina en 1947, esquina con la calle La Herrán, un gallego de Gonxar (Pontevedra), en la parroquia de Agar, muy cerquita de A Estrada, llamado Cesáreo Sixto Calveiro es nuestro protagonista.

Con tan solo 18 años llegó a Cádiz en plena guerra civil (1938) en busca de fortuna. Como buen gallego, vino a trabajar a un freidor, en su caso al de las Flores en la Tacita de Plata, regentado por un paisano. Tenía el trabajo asegurado al suplir a un muchacho que tuvo que marchar por obligación a la guerra. Una vez finalizado el servicio militar (la mili) en su tierra, tomó rumbo de nuevo a Cádiz y posteriormente recaló en la Isla, abriendo el Bar Los Gallegos.

El local había sido desde la última década del siglo XIX una confitería denominada «La Fuente», aunque también se le conocía como de Currito o de Currín. Contaba el local con un salón para espectáculos en carnaval y otros esporádicos. Ya metido en el segundo decenio del siglo XX, su dueño, el conocido industrial Enrique Llamas, práctica reforma adaptando el salón como cinematógrafo, según se cuenta en el libro El Cinematógrafo en la Isla, editado por El Güichi de Carlos (2013), -aún se puede adquirir ejemplares- siendo la confitería una de las más de 60 pantallas de cines que tuvimos en San Fernando. 

Los tiempos de la postguerra y lo de la hambruna no fueron buenos para el muchacho que en su tierra había dejado a la familia. Con su trabajo diario la hostelería de San Fernando ganó prestigio y los cañaíllas nos comimos, y nos comemos aún, quizás el mejor pulpo a la gallega y aliñado, papas a la gallega; empanada a la gallega, buenos guisos, pescaíto frito, chocos, boquerones, pijotas, acedías, tortilla, etc. 

En reconocimiento a su trabajo, Sixto recibió homenaje de la Federación de Empresarios de Hostelería de la provincia al imponérsele la insignia de oro de la asociación, desplazándose desde su tierra natal donde había marchado al llegar la jubilación.

Sus hijos, Manuel y José quedaron al frente del bar manteniendo la línea marcada por el padre en su día, el esfuerzo diario por abrir las puertas con profesionalidad y amabilidad han sabido, junto con los empleados, aumentar la clientela desde primeras horas del día hasta la noche. Fueron premiados y reconocidos por el Ayuntamiento de San Fernando en el año del Bicentenario de las Cortes, por la difusión de la Isla con sus productos, más allá del puente de Zuazo y de Río Arillo. 

Ya sea en el pequeño salón, el que por cierto mantiene como recuerdo de otras épocas el clásico anuncio en un gran espejo. En aquellos tiempos casi todos los bares tenían su espejo de gran tamaño. Bien sea en la terraza exterior o, como nos gusta, en el mostrador, se puede degustar un ribeiro y finalizar de postre con la tarta de Santiago, por supuesto de tierras gallegas, que no por lejanía dejan de cultivar patria chica. 

Seguro que desde aquella esquina de la calle La Herrán en el siglo XIX daría olor a pasteles y dulces que nosotros no conocimos, pero si aseguramos que hoy en día, en el siglo XXI, la misma esquina huele a guisos y pescado. Según llegaran los vientos de la Isla, los olores penetrarían con  levante al barrio, con poniente en casa del capitán general del 1.º Departamento Marítimo de España, o en casa del cura de la Iglesia Mayor con el norte. Por supuesto que a todos se les antojaría.  

Carlos Rodríguez

El Güichi de Carlos. Historias de la Isla