La increíble historia del Requeté José Moreno

El 22 de junio de 1941 las tropas alemanas invadieron la Unión Soviética. Dos días después el ministro de Asuntos Exteriores español, Serrano Súñer, gritaba desde un balcón de la Secretaría del Movimiento de Madrid la célebre frase de ¡Rusia es culpable!. El 25 el Consejo de Ministros aprobó la creación de una unidad voluntarios, sería conocida como la División Azul.

Las jefaturas provinciales del Movimiento recibieron órdenes de abrir banderines de enganche para iniciar el reclutamiento. En San Fernando se abrió uno en la Alameda del que se encargó un tal Almeída. José Moreno Rodríguez y otros isleños como José Carrillo Pavón, Ramón González Gómez, Manuel Velázquez Felip, José Iniesta Franco y Francisco Marín se alistaron para formar parte de la División.

José Moreno era un veterano que en 1936 y con tan solo 17 años de edad se alistó voluntario en el Tercio de Requetés «Nuestra Señora de la Merced» de Jerez de la Frontera, con el que combatió durante la Guerra Civil en el frente de Córdoba donde fue herido de bala.

En 1938 se fue de voluntario a una unidad de Carros de Combate como mecánico. En 1941, a sus 22 años, volvió a ponerse de nuevo su uniforme de requeté con su boina roja y esta vez para ir nada más y nada menos que a Rusia.

El día 4 de julio lo llevaron en tren hasta Sevilla. Allí lo alojaron en el «Cuartel del Carmen» mientras se organizaba el Regimiento en el que fue encuadrado. A las cuatro de la tarde del día 16 de julio, su Batallón embarcó en trenes con destino a Alemania. Tres días después llegaron a Hendaya donde los alemanes procedieron a desinfectar a todo el personal e incluso al equipo que llevaban. En dicho proceso José perdió su cartera. En ella llevaba su carné de requeté y alguna foto. Quedó por tanto indocumentado hasta que en Alemania le dieron la cartilla de identidad alemana.

A las dos de la tarde del día 22 llegó al campamento de «Grafenwöhr». Allí le entregaron el uniforme y el equipo alemán. José cuenta que le dieron tantas cosas que no sabía como meterlas en el petate. Hacía poco que había hecho una guerra llevando como toda impedimenta un ajado correaje de cuero, una vieja manta y unas gastadas alpargatas. En el citado campamento permanecería de instrucción hasta que la División marchó al frente el 24 de agosto.

Tras un penoso viaje hacia el norte, por fin, el 10 de octubre, el Batallón Román, al que José pertenecía, entró en línea al norte del despliegue de su Regimiento, junto a la orilla occidental del río «Volchov» y en las proximidades de la llamada «Casa del Señor». Su unidad había sido elegida para establecer una cabeza de puente al otro lado del río. Las fuerzas de la misma comenzaron a cruzarlo en botes neumáticos en pequeños grupos. El día 22 lo cruzó la 2º Sección de la 7ª Compañía a la que pertenecía. Ésta se estableció en un posición defensiva situada en las proximidades de la población de «Sitmo», la cual había sido recientemente ocupada. Su pelotón fue situado a la izquierda del despliegue de su Sección. Delante, al sur, tenía un bosque en donde se encontraba el enemigo.

requeté josé moreno

A las tres de la madrugada del 24 de octubre, José estaba metido en una zanja junto a otro soldado llamado Luís. De pronto surgió del bosque el enemigo avanzando en forma de abanico. El tirador de una ametralladora resultó muerto y el teniente Trapero Mayor, su jefe de Sección, le ordenó se hiciera cargo de la máquina. Comenzó a disparar en dirección a donde venía los fogonazos. Los rusos se acercaban corriendo a su posición, mientras disparaban sus naranjeros. Una bala le entró por debajo de la clavícula izquierda y le salió por la espalda. Moreno cayó al fondo de la zanja casi desvanecido. Otro ocupó su lugar y a él se lo llevaron arrastrando hasta la orilla del río donde estaban los botes neumáticos.

Pero los rusos llegaron hasta allí y se abalanzaron sobre él cogiéndolo prisionero. No lo mataron porque era el primer divisionario que cogían y necesitaban información. Dos rusos lo depositaron en una camilla y se lo llevaron al interior del bosque. Lo llevaron al comando ruso para interrogarle. Como no le fue posible hacerlo debido al estado en que se encontraba, lo metieron en un cuarto con el suelo lleno de paja. Ésta, con la sangre, formó una pasta que taponó las heridas y ello evitó que se desangrara. Su estado no le permitía ni hablar por lo que tras una rudimentaria cura, lo subieron a un trineo y lo llevaron al Hospital de Leningrado. Como no había sitio, lo dejaron en una camilla en uno de los pasillos. Allí recibió la visita de unos españoles que se interesaron por él. Le dijeron que eran de los niños que la República mandó a Rusia durante la Guerra Civil. Poco después lo trasladaron al «Hospital de Manito Gorov» y cuando estimaron que estaba curado lo metieron en un Penal.

Y así comenzó su largo cautiverio. En 1942, año en que murieron sus padres, estuvo en el campo de «Karaganda». Después sería esclavo de los rusos en el campo central de Moscú número «58 Potma», en el campo auxiliar número 5, El 22 de enero de 1947 llegó al campo 7149-2 de «Jarkov» en donde permanecería trabajando en la brigada de montaje de la Fábrica de Trilladoras «Serp y Molot» hasta mayo de 1948.

Mientras José estaba en «Jarkov», un día del mes de julio de 1947 se presentó en San Fernando un individuo diciendo que era José. Como los padres habían fallecidos no los encontró en la casa donde estos vivían. Localizó a sus supuestos hermanos y les contó su historia. Que era José y había vuelto de Rusia donde estuvo prisionero y que resultó herido en la guerra, habiendo sufrido una operación en la cara siendo ésa la razón por la que estaba algo cambiado. El individuo sabía cosas propias de la familia de tal manera que les convenció.

Fue alojado en casa de uno de los hermanos llamado Antonio, quién vivía con su mujer Carmela y sus tres hijas en una humilde casa próxima a la carretera de la Carraca, que había sido construida en un campo, donde había una chatarrería, situado en el lugar conocido como «el Boquete» y que era de un señor apellidado Baleato.

El individuo era muy inteligente y lo que sabía lo explotaba bien. Se las arreglaba para enterarse de cosas que luego repetía a otros como si fuesen recuerdos o vivencias suyas, con lo cual disipaba posibles dudas sobre su identidad. Un buen día fueron al cementerio a visitar las tumbas de los padres Pedro y Carmen. En la tumba de su supuesta madre el hombre lloró desconsolado dedicándole desgarradoras frases. Montó un número «de espanto», a decir de José.

Pero Pedro, uno de los hermanos de seís años mayor que él no estaba convencido que el individuo fuese José. Había una cosa que le hacía dudar que ese hombre fuera su hermano y es que, José, de siempre tuvo mala la uña del dedo índice de la mano derecha y el individuo tenía todas las uñas en perfecto estado. Tanto le preocupó el asunto que fue a la Policía para ponerlo en conocimiento de la misma y que fuese ésta quién averiguase la verdadera identidad del individuo.

Éste fue llevado a Comisaría para ser interrogado. Después lo llevaron a Cádiz. Según José, a la Cárcel. Como respondería a los interrogatorios con la suficiente credibilidad, con objeto de conseguir una prueba definitiva, a la Policía se le ocurrió llamar a antiguos miembros del Requeté, compañeros de José durante la Guerra Civil, para ver si aportaban alguna luz sobre el asunto.

Éstos dijeron que a José le pegaron un tiro y tenía que tener por fuerza una cicatriz. Además señalaron el sitio exacto. Desnudaron al individuo y éste tenía efectivamente una cicatriz en el mismo lugar. Mientras tanto Pedro dudaba y unas veces decía a la Policía que era su hermano y otras que no. La Policía dio por zanjado el asunto y como Pedro no tenía muy buenas relaciones con la misma, al final, recibió de ésta una paliza y el individuo fue puesto en libertad y volvió a la casa de Antonio como si tal cosa.

Por éste motivo, ningún otro hermano se atrevió a poner en duda la identidad del sujeto y mucho menos acudir a la Policía. Así, éste vivió en San Fernando, en casa de su supuesto hermano mientras hacía lo que había venido a hacer.

El 17 de agosto de 1947 el individuo le dijo a su supuesta cuñada Carmela:

 «mañana no dejes salir a las niñas, ten mucho cuidado con ellas y tú no salgas a ningún sitio«.

Al día siguiente, 18 de agosto el individuo se fue de casa y nunca más supieron de él. A las 21.45 horas de ése mismo día se produjo una gran explosión, seguidas de otras de menor intensidad en la zona conocida como la «Fabrica de Torpedos«. En el informe referente a la catástrofe de Cádiz, fechado el 27 de agosto de 1947, que el almirante capitán general del Departamento Marítimo de Cádiz elevó al ministro de Marina se dice textualmente en el capítulo I:

<Es presumible que las causas de la misma sean debidas a la explosión de la pirámide de cargas de profundidad producida a su vez por la de los artificios en la planta superior. La de éstos últimos, por su mayor sensibilidad, puede haberse producido por cualquier circunstancia fortuíta.>

El 2 de abril de 1954, José Romero Rodríguez llegó al puerto de Barcelona en el vapor «Semiramis» junto a otros 247 prisioneros de la División Azul. Estuvo cautivo en Rusia durante 12 años. El día 5 llegó en tren a la estación de San Fernando, siendo recibido por las autoridades locales y numeroso público. Sus hermanos le contaron la historia del individuo que se hizo pasar por él, pero fue considerado un asunto familiar que no era conveniente remover.

Pero poco tiempo después un policía se presentó donde vivía preguntado por José Moreno. Casualmente él le abrió la puerta y el policía, enseñándole una fotografía de un joven vestido de requeté, le preguntó si conocía al de la foto. José le contestó que era él y entonces el policía le dijo que le acompañara a Comisaría que por entonces estaba en un bajo de la calle San José.

Allí fue interrogado por el asunto. Les dijo que no sabía nada más que lo que les habían contado sus hermanos y que él no era responsable ni culpable de nada. La Policía le dejó libre y él, antes de irse, pidió que se le diese su foto del requeté, cosa que hicieron.

No obstante, hasta el año 1980 y por su condición de repatriado de Rusia, la Dirección General de Policía estuvo interesando de la Comisaría de San Fernando informes sobre su paradero y la conducta que observaba.

José, a sus 35 años tuvo que empezar de nuevo. Y a pesar de todo lo que había luchado y sufrido, tuvo que volver a luchar esta vez por conseguir un trabajo digno y porque le fueran reconocidos unos derechos.

Miguel García Díaz. Diario de Cádiz, agosto 2004

Reeditado en El Güichi de Carlos. Historias de La Isla.

Abril de 2018

El desenlace de esta historia aquí