¡Cobrador chato!
Esta definición popular procede de cuando íbamos a la playa.
La playa de los isleños en aquellas décadas era la de Cortadura y El Chato.
La playa de Camposoto la tenía los militares dentro del campo de tiro y por allí no podíamos ni aparecer.
Quién se arriesgaba a cruzar la línea de alambres espinos, se jugaba «la vida», como ocurrió con bastantes isleños que perdieron “la vida» precisamente acudiendo a aquellos lugares para “ganarsela”.
Por la necesidad de vender las chatarras sobrantes de las municiones de los militares, numerosas bombas lanzadas hacia la mar y que no estallaban, las olas las reintegraban a la playa, sepultándose entre la fina y rubia arena que ocultaba la muerte a todo niño y adulto que pasaban la línea divisoria.
Pero volviendo a lo más simpático, cuando el coche de Cádiz tomaba la curva de Torregorda, tapándose entre los más de ciento veinte personas “apretujadas” que llevaba el autobús de 70 plazas permitidas, ya se oía la voz gritando, que decía: ¡ COBRADOR CHATO ¡, que a cierto cobrador con nariz aguileña no le caía bien aquello.

El güichi de Carlos.