CAMINITO DE LA FERIA
Caminito de la Feria de San Fernando (Dedicado a mi amigo Carlos Rodríguez, en el tercer aniversario de su Güichi)
-Jacinto Ya te estás preparando bien para esta noche; no te vaya a pasar como el año pasado, que a las doce en punto, cuando estábamos en lo mejor de la juerga te entró el muermo y me fastidiaste la feria ¿te acuerdas?
-Quien, yo
-No, Rita la cantaora.
-Anda ya mujer. Si el año pasado terminamos a las siete de la mañana pagando veinte euros por cuatro churros rellenos de aire y dos tazas de chocolate aguado.
-No hijo, no. De eso hace mucho más tiempo. Me acuerdo porque todavía se pagaba en pesetas y porque cogiste el permiso en Julio y no tenías el pretexto de tener que levantarte temprano; pero últimamente estás de una malaje…
-¿Malaje yo? Por qué. Por qué no me gusta bailar sevillanas.
-A ti no te gustan ni la sevillanas, ni las cordobesas, ni las suecas…
-Mira Carmela, déjate de historias que el que más y el que menos partía las suelas por esas pistas de baile sin rival que le hiciera sombra eh.
-Si, guapo, pero eso era en los tiempos del Valdespino, la Revoltosa y la quina San Clemente; cuando Gila todavía no había comprado el teléfono y en la calle Real se podía jugar a los bolis. Aquí se trata de vivir el presente: ayer se perdió como se perdieron las escamas Saquito y mañana está más negro que el sobaco de un grillo. Así que ya sabes, pégate una buena siesta, refréscate como las lechugas, deja el reloj en la mesilla de noche y encandila los crisoles que hoy le echamos nosotros el cerrojo a la puerta de la feria.
-Contrólate Carmela contrólate, que las cosas compulsivas no son buenas.
-No, ni las compulsivas ni las simpulsivas. Yo lo único que te digo es que mañana no se trabaja y que esta que está aquí se va a colocar su bata de lunares, su clavel y su peineta, y no va a parar hasta sacarle punta a los tacones; que para eso llevo en el bolso unos de repuesto.
-De acuerdo mujer, no te acalores que ya tienes bastante con los vapores de la menopausia. Ahora mismo llamo a los amigos para quedar con ellos.
-Déjate de vapores que esos solo me dan a mí por la noche antes de meterme en la cama. Y por lo de los amigos tú no te preocupes que ya me he encargado yo. A las once nos vemos con la pandilla en la estatua del Camarón con dos medias de Tío Pepe para ir cogiendo tono.
-Y digo yo Carmela. Será mejor que cenemos en casa antes de salir, no; por el precio de un pinchito en la feria te traigo yo un papelón de bienmesabe calentito que pa que te cuento…
-Mira Jacinto; eso vale para cualquier otro día del año, pero a la Feria, se va o no se va. Bastante tiene una ya con mirar tanto por el dinero para también andar ahora con la joía miseria. Por unos días que se haga una la loca no pasa nada, para eso están luego las tarjetas; o es que todo va a ser para los niños. Ellos ya llevan cada uno cincuenta euros, más lo que le den ahora los tíos y los abuelos, así que van apañados ¿no te parece?
-¿Que si me parece? Ya quisiera yo de niño haber manejado los billetes que manejan estos chavales de hoy. Cinco duritos para toda la semana y no rechistes… Pero, claro, en aquellos tiempos te regalaban un trompo y te salían boqueras de la sonrisa que ponías. Hoy no, hoy le compras un ordenador de 1.500 euros a tu niño, y a los diez días ya te está diciendo que lo pongas en el Cambalache porque está anticuado.
Con los cacharros de la feria pasa lo mismo; los chiquillos nos volvíamos locos con cualquiera de aquellas atracciones de hierro y hojalata. Ahora pregúntale a tu niño si se ha montado en el látigo. Te mira de arriba abajo con cara de asco y te dice: papá aterriza, nosotros nos lo montamos en las casetas donde está la marcha, esas antigüedades han quedado para vosotros. ¡Que no te enteras telera!
Ay Carmela. Vivir para ver. En fin, agárrate del brazo y tira pa la Magdalena; vamos a seguir dejando que cada uno cuente la feria como le va, que me parece a mí que esto será lo único que no cambie por muchos años que pasen.

Paco. F. Frías 04-06-2008