Los carrillos de manos, artilugios que todas las tiendas de ultramarinos –conocidas en La Isla por el nombre del almacenero o tendero como encá de… – y güichis disponían para transportar por la población la carga desde los lugares de compra, bien dígase La Plaza o “El Palenque”, o los que eran socios de “COSUMA” (Cooperativa de Suministro de Alimentación). En definitiva, donde más barato se podía adquirir los géneros.
Los auténticos carrillos de mano fueron construidos de madera. Pesaban “una jartá”. Dos grandes manetas soportaban el peso de la carga y una sola rueda central. Posteriormente, la madera fue sustituida por el tubo –hierro- y en éste modelo ya se incluían dos ruedas laterales que hacía soportar mejor la carga.
La “verdá” es que los de madera se reparaban mejor. Los tubos con los golpes y la carga solían doblarse y había que llevarlo al herrero. Quién tuviese un amigo en la Bazán o Astilleros tenía una mina….. A estos carros con el tiempo le salía el óxido. Eso sí. Todos los carros de tubos en su mayoría eran de color negro. Algunos los pintaban con la intención de señalar cuál era el de su propiedad.
En la Plaza y en El “Palenque” existía verdaderos aparcamientos “amontonao” de éstos carros que regresaban cargados de los también pesados “cajillos de madera” de hortalizas y verduras.
“Los conductores de carrillos” no necesitaban carné alguno. Ni siquiera una edad mínima Había verdaderos “niños” que empujaban la pesada carga. Aquellos niños fueron auténticos aprendices del oficio de la venta detrás del mostrador. No solían cobrar. Se daban por pagado al estar recogidos, comer, dormir y no ser otra carga más para sus padres. De día libre, hablamos sólo de la Noche del Nazareno.
Estos carros también tenían obligación de pagar la correspondiente matrícula municipal todos los años.
El Güichi de Carlos.
Con la colaboración de Antonio Sanz y Juan J. Maruri
Diciembre 2009
1810-2010.- 24 de Septiembre. Bicentenario de Las Cortes. Comienzo de la deliberación y aprobación de los decretos de la primera Constitución española de 1812 (La Pepa), en la Villa de la Real Isla de León.
