Contamos contigo

Esta sección está dedicada a todos los que en “aquellos tiempos” fueron jóvenes y realizaban cualquier tipo de deporte en aquella Isla que al practicar el fútbol, si deseabas tener un vestuario para desvestirse, había que hablar con los militares para que cediesen – a parte de la propina al pelón de turno -, los campos de deportes de San Rafael o La Carraca. El resto de los terrenos

En la plazoleta de San José existe ésta señal no teniéndo claro si, el juego prohibido se refiere al que se utiliza un balón, o al clásico peloteo que normalmente hace algunos humanos en éstos lugares. Fotografía de www.elguichidecarlos.com

llamados como campos de fútbol eran tomados por la cara. Uno de los mejores preparados, al menos llegó a tener porterías está en la barriada Bazán junto al puente de la alcantarilla –que prácticamente está en iguales condiciones -, otro terreno también en la Bazán junto al bloque nº 1 –hoy existe una rotonda con un ancla- se utilizaba. En el Parque Almirante Laulhé (el de los patos) se apañaban tres campos en su parte baja –dos en el centro y uno donde hoy están los juegos infantiles-; En el boquete de la Casería –donde hoy se construyen las torres-, al menos aquí también llegó a tener porterías; En cualquiera de las huertas abiertas sin alambradas o chumberas ya que podían pinchar el balón de banana y suspender el partido por no tener otro de repuesto, la huerta del policía en Falla; la del callejón de los palos, la del merendero, la del boquete, en Carlos III, Villa Manoli en Santa Rosa junto a la estación, y las de gallineras, cañoherrera, próximo al lapero –junto al cementerio municipal- católico, etc. en fin, en muchos terrenos que en su día fueron huertas isleñas…

Existían campos de fútbol que dependiendo de la subida de la marea permitía jugar el partido o no. Estos estaban situados junto a las marismas y terrenos fangosos. Por la Ardila se encontraba El Corazón de Jesús, especie de Isla que había que llegar a ella “marineando o aguantando” el equilibrio sobre un gran palo de poste de telégrafo” tirado y que unía a dos segmentaciones de las marismas de la bahía y, si te caías, te llenabas de fango hasta los ojos. La típica broma consistía en que, mientras uno cruzaba el palo recordando al “tío del alambre” otros hacían mover el poste para caer al fango. Quién cayese siendo verano no tenía problemas ya que te bañabas en Cañoherrera o el Molino de San José que estaban cerca y a casa, pero, si fuese en invierno……… Otros campos de iguales características se encontraban en los muros junto al Zaporito –hoy Ronda del Estero- y en el Inesperado o Ventorrillo del Corral juntos a los aparcamientos de vehículos. En estos campos de fútbol no existían las porterías, éstas se fabricaban “in situ” con dos grandes piedras separadas entre sí por la distancia de once pasos del que contara. Las peleas venían cuando era un gol por alto y el portero no alcanzaba a tocar el balón, ¡Ha sido gol ¡.- ¡No!.- ¡Ha sido alto¡; Para vestirse de jugador había que desprenderse de la ropa allí mismo, los más vergonzosos lo hacían detrás de las retamas, chumberas o cualquier elemento que pudieran cubrir y, no digamos “ná” si pasaban mujeres o jovencitas cerca…….. Junto al montón de las ropas de los jugadores siempre se quedaba un chiquillo o persona mayor aficionado del equipo vigilando para que no la robasen.

Anuncio en una pajereta en La Isla que deja bien claro que ni siquiera llamén al dilabón de la puerta para reclamar. Fotografía de www.elguichidecarlos.com

Los patios de los recreos de los colegios si poseían porterías y al menos, en los servicios o vateres se desvestían los jugadores con los olores apropiados. Pero resulta que para la práctica del fútbol, fue el Liceo quién más permitía entrar “a los de fuera”. Aquella impresionante extensión de terrenos que tenía el Liceo y que llegaba hasta lo que hoy es San Onofre, cerca de las clases, bajando la altura considerable que tenía los escalones del graderío era el campo de fútbol. El Instituto viejo, el de la calle de los muertos, no permitía jugar. La Salle vieja, se inclinó durante unos años por el baloncesto.

Otros lugares donde se jugaba a diario a cualquier hora eran las calles y plazoletas. Aquí jugaban todos los del barrio entre ellos, a lo sumo, cada calle del barrio tenía su equipo. Los partidos se jugaban a un número de goles, según el tiempo que tuvieran para volver al colegio o de hacerse de noche, ya que no había farolas o luces en la calle. Muy a menudo era interrumpido o suspendido con la presencia de un guardia municipal que corría detrás de los niños, ¡vaya si corría¡, no nos alcanzaba por que éramos chiquillos y los agentes personas a veces muy adultas, en la mayoría de las veces, lo único que pretendía era que dejáramos de jugar, hacía el papel de no alcanzarnos; también dejábamos de jugar a causa del vecino “coñazo” que quitaba la pelota y no la devolvía. Había incluso quién la “rajaba o pinchara”; también existía quién no devolvía el balón si era embarcado en las azoteas. Siempre ha estado prohibido por las ordenanzas municipales jugar a la pelota en las calles por aquello de las molestias, balonazos, ruidos, roturas de cristales, etc. etc. pero, es curioso ahora, que los niños de “aquellos años” éramos los que jugábamos y partíamos los cristales –sin querer- o dábamos los balonazos y poníamos verde al viejo que nos quitaba el balón, ahora, algunos de aquellos niños al hacerse adulto, son los que no paran de poner cartelitos en las calles de “prohibido jugar a la pelota, se sancionará”; ahora que no hay quién juegue en las calles

Llegó la época que gracias al trabajos de personas adultas implicadas en que los chiquillos y jóvenes realizaran deporte y que, con su desinteresados trabajos, se “inventaron” liguillas o campeonatos ya federados en ocasiones, dando mayor auge al fútbol aficionado y que sirvió, como ellos deseaban, para que los que mejor le pegaran al balón, ir fichando por los equipos profesionales de La Isla o los juveniles de éstos para ir formándose y tener oportunidad. Los campos donde se jugaban ya tenían al menos las porterías, vestuarios algunos no. Ya se jugaba en campos militares –en zahorra y piedra por supuesto, nada de hierba que tardó en llegar……-; el hecho de jugar en el campo de la Bazán –hoy Sacramento- ya era una realidad de vez en cuando y, los que jugaron algún que otro encuentro en el “Marqués de Varela”, éstos ya ni se lo creían.

Se inauguraron las instalaciones deportivas en Caño Herrera de “Pablo Negre” -entre el olor a marisma y sapina seca- con un impresionante graderío que todos soñaban con llenar alguna vez. Se promocionó el Hockey, el Baloncesto y algún que otro deporte y se permitió jugar al fútbol sala en las pistas de cemento.

Treinta años más tarde nuestros chiquillos y nietos no juegan en la calle, ¿para qué? con las instalaciones que tienen en la actualidad de césped, hierba sintética, luces a cualquier hora, vestuarios, duchas, todo alquilado por algunos €uros que, según la prensa de ahora, el Ayuntamiento “les clava” siendo el más caro de la provincia pero, como diría algunos de los que se ganan el pan con el presupuesto municipal, “Ciudadanos y Ciudadanas, vuestros padres y abuelos al no pagar, se dejaban la piel llena de “rozauras y postillas” con las piedras y arena de cantera que tenían los campos de aquellos tiempos”.
Aunque halla quién se queje hoy de las ayudas que reciben, que le pregunten a todos aquellos que nos creímos el eslogan del gobierno que nos decía que, si practicas deportes, “CONTAMOS CONTIGO”.
En esta sección tiene cabida todo deporte que se practicara en “aquellos tiempos”, si deseas colaborar ponte en contacto con “El güichi de Carlos” al teléfono o correo electrónico indicado. Pulsa aquí.
Gracias por tú colaboración.

Carlos Rodríguez
El Güichi de Carlos.
Abril 2008,