Casa Eduardo, güichi y ultramarinos
En 1954 llegó a la Isla el último contingente de montañeses que buscaban la vida como tantos paisanos que, desde tiempos inmemorial, llegaron procedente de las montañas aventurándose a labrarse la vida en estas tierras y se quedaron. En las montañas (provincia entonces denominada Santander y ahora de Cantabria) no había trabajo para la juventud (ahora ocurre en la de Cádiz y en nuestra Isla). Llegaban recomendado a otro paisano que ya le tenía trabajo fijo en el gremio de la alimentación y bebidas dónde habían destacados en cuantiosos comercios habidos en San Fernando.
En el grupo de montañeses con el que hemos comentado, llegó con tan solo 14 años de edad un aspirante a chicuco llamado Eduardo Díaz Díaz procedente del pueblo de Carmona, allá en las susodichas montañas del norte de España.

Eduardo comenzó trabajando en distintos ultramarinos y güichis de la Isla. El primer trabajo para Eduardo fue a cargo de uno de sus tíos que ya tenía una tienda de ultramarinos por el entonces callejón de Arnesto (Benjamín López). En la calle Calatrava también trabajó con su tío en “Ultramarinos David”.
Estos chiquillos trabajaban todo el año. Solo los viernes Santos –prohibido la apertura de establecimientos- era el día que descansaban. El trabajo comenzaba a primera hora de la mañana y no finalizaba antes de las once o doce horas. La trastienda era el lugar para que, encima de los sacos de papas, podían descansar y echar aquellos cortos sueños.

Como tantos paisanos, se enamoró de una guapa cañaílla y tuvieron familia quedándose para siempre con nosotros. Eduardo encontró a su media naranja llamada Isabel Díaz en el “Patio de Madariaga”. Los hijos habidos entre montañeses y gaditanos son llamados cariñosamente “jándalos”. En la Isla, somos bastantes isleños que por su sangre corre el verde de la montaña y el blanco de la sal.
En la década de los años sesenta Eduardo Díaz se hace cargo de una tienda de ultramarinos que ya existía y en la que había trabajado hasta el momento. Este local se encuentra ubicado en la calle Calderón de la Barca entre las calles de San Diego de Alcalá y Cervantes. Frente a la que fue la editora de periódico semanal “El Mirador de San Fernando”. Esta tienda estuvo regentada anteriormente por Dionisio Sordo – muy querido en el fútbol aficionado de aquellos tiempos- y, posteriormente “Juan Martínez”, quién hace el traspaso y se la deja a Eduardo al frente de la misma.
Casa Eduardo se caracterizó muy pronto por la calidad de sus productos considerados hoy como ibéricos, chacinas, quesos y, por supuesto que no podía faltar las fabes asturianas y hasta cocido de la montaña que Isabel, su mujer, hacía para los parroquianos. El güichi adjunto aislado de la tienda de ultramarinos por tan solo un tabique, es el más claro ejemplo de lo que eran en aquellos tiempos, las tiendas – güichis de la Isla.

Los aromas de los embutidos, butifarra, queso, café y otros se mezclaban con el olor que desprendían la flor madre de los barriles de los vinos finos, amontillados en todo momento que, acentuaba cada vez que se realizaba un trasvase directo de los carros y posterior camión que le traía el vino chiclanero.
Eduardo contó con la ayuda de Isabel, y otras cañaíllas que, al igual que el, comenzaron como chicuco en la tienda, Manolín Cumbrera y Santiago Espinosa, éste último, quién regenta “Casa Eduardo” desde hace unos años.
El güichi de Carlos. Historias de La Isla
Febrero de 2007