Sabido es que como consecuencia del desgraciado combate de cabo San Vicente, acaecido el 14 de febrero de 1797, una formación naval británica estableció un cerrado bloqueo de las aguas de la bahía de Cádiz, ejer­ciendo un riguroso control sobre ellas y no limitándose a una actitud meramente pasiva de observación y vigilan­cia, sino efectuando diversos ataques a la ciudad, de los cuales los más conocidos fueron los bombardeos llevados a cabo los días 3 y 5 de julio del citado año por las fuerzas a las órdenes del recién nombrado contralmirante Horacio Nelson.

También es conocido que la defensa naval de la plaza fue confiada al jefe de escuadra, teniente general José de Mazarredo, quien formó una flotilla de fuerzas sutiles integrada por las lanchas de todos los navíos surtos en la bahía y por otras embarcaciones análogas apostadas en Rota, La Caleta y Sancti Petri. Estas lanchas iban provistas de piezas de artillería que les permitían hacer frente a los buques ingleses atacantes e incluso salir airosas de los encuentros. De aquella época procede la popular letrilla que se cantaba por estas costas:

«De que sirve a los ingleses tener fragatas ligeras si saben que Mazarredo tiene lanchas cañoneras.»

Lo que no es tan del dominio público es que como unas veces los ataques se efectuaban por el frente norte de la ciudad y en otras ocasiones se llevaban a cabo por la llamada mar brava o muralla del Vendaval, es decir, por el Campo del Sur, se hizo preciso ordenar que las embarcaciones situadas en el apostadero de La Caleta pudieran pasar rápidamente de uno a otro frente y, sobre todo, que cuando éstas se hallasen fondeadas en la ensenada de La Cale­ta lograran acudir prestamente a defender la ciudad por el mediodía sin nece­sidad de salir a mar abierta y dar la vuelta por la punta del Sur. El rodeo por delante del faro de San Sebastián y el doblar la restinga de la punta del Sur, con su hervidero de rompientes —donde años más tarde naufragaría el navío insignia francés Bucentaure en su accidentada arribada tras la batalla de Trafalgar—, era operación difícil y peligrosa para embarcaciones abiertas, como eran las lanchas cañoneras. Fue por esta razón por la que se pensó abrir un paso entre las rocas de la Caleta que facilitara el rápido transito desde la mar del vendaval hasta la ensenada de la Caleta y viceversa.

Después de los ataques de principios de julio de 1797, el ingeniero; militar y arquitecto Francisco Sabati­ni — el mismo que terminara el Pala­cio Real de Madrid y que construyera la Puerta de Alcalá de la capital del reino — dispuso la construcción de un canal (que pudiéramos llamar canal Mazarredo-Sabatini) que, cruzando los arrecifes rocosos del castillo de San Sebastián, uniera las aguas de ambos lugares, como antes se indicaba.

La obra fue encomendada a los ingenieros militares José del Pozo y Luis Huct, «debiendo dársele princi­pio a la mayor brevedad, por conve­nir al servicio del Rey». Ya en 10 de julio del referido año se hacía ver que «habiéndome hecho presente el Comandante General de la Escuadra don José Mazarredo lo urgente que es al apostadero que tiene en La Caleta que esté franca a toda hora la comunicación (…) se avilite (sic) inmediatamente este paso», por lo que con toda premura se iniciaron los trabajos oportunos.

El canal debía tener unas 12 varas de ancho por 400 de largo y su profundidad sería tal que permitiera el paso de las lanchas de Mazarredo desde el momento en que las aguas alcanzasen el nivel de la media marea en adelante. Esto quiere decir que se debería labrar el canal en las rocas del arrecife desde el nivel de la bajamar, de forma que a media marea ya hubiera más de dos varas de agua en el paso abierto, suficiente para la navegación de las citadas embarcaciones. Los trabajos se desarrollaron a tan buen ritmo que el 5 de septiembre (1797), por Real Orden se disponía se dieran por concluidas las obras del canal, «si es que, como parece, está construido hasta el punto de la más baxa marea, respecto que de este modo se logra el objeto primero con que baxo esta idea se emprendió». El traslado de la citada Real Orden se hizo el 6 del mismo mes y año y aparece firmada por Francisco Sabatini.

Autor: As de Guía Cedido a www.elguichidecarlos.com

Para no interrumpir la comunicación del castillo de San Sebastián con tierra se construyó una pasarela levadiza sobre el canal, la que con frecuencia era víctima de los embates de la mar, y además resultaba impracticable en marea alta. Muchos años más tarde (1860), durante el reinado de Isabel II se llevó a buen término la construcción del camino que permite la comunicación permanente con el mencionado castillo y con el faro, y para salvar el vano dela obra ordenada por Sabatini se construyó un sólido puente —el «puente canal»— de tan reconocida y justa fama entre los pescadores de La Caleta y entre los habituales del lugar.

La notable obra hidráulica del canal constituye un testimonio vivo de heroicos tiempos pasados.

BIBLIOGRAFÍA.
PONCE CORDONES, Francisco. Artículo publicado en la Revista General de Marina.

Asociación Histórico Cultural «As de Guía»
Mayo 2010.- Año del Bicentenario de Las Cortes en la Isla de León.