La fundación del Carmen

En 1678, reinando Carlos II, fue nombrado obispo de Cádiz el carmelita Juan de la Isla (toda una premonición), quien aceptó el nombramiento por obediencia a su confesor carmelita en Toledo. Pero no partió el nuevo Prelado para su Sede sin antes recabar de los superiores de la Orden la promesa formal de que lo antes posible se haría una fundación carmelitana en su primera diócesis. En enero de 1679, tomaba posesión en Cádiz comprobando que había diecisiete comunidades religiosas, por lo que no juzgó necesaria una nueva fundación.

Pensó entonces Su Excelencia en una extensa posesión en que se había fijado al pasar a su llegada por el Puente Zuazo. Ni corto ni perezoso, compró la heredad que un manuscrito de la época nos narra su ubicación:

<A mano izquierda del camino que desde la Puente de Suazo viene y llega a Cádiz había una heredad, ya muy vieja y del todo pérdida, la cual está situada en medio de la Isla. Contaba la heredad con un mal aposento o corta salilla; de una noria de muy regalada agua y un jardincillo, que lo fue en tiempo antiguo de un manchón bien largo y ancho; sitio todo muy suficiente para su intento. Supo que pertenecía a un eclesiástico residente en Cádiz llamado Juan Mateo Amador. Le contaron que antiguamente el lugar fue alquilado por unos mozuelos que salían al camino cometiendo robos y ocasionando con ello algunas muertes, por lo que se le conocía por “casa de los diablos”>.

La Isla de León .1690 Remitido por los autores.

El terreno lindaba con los caseríos del conde de Ximera y de don Bernardo Ricaño. Pagó por ellos mil pesos, donándolos a la provincia andaluza de la Orden carmelitana, y pidió la precisa licencia de fundación al Duque de Arcos, señor de la Isla, quien la otorgó de buen grado, poniendo como única condición que la fundación llevase por titular a San Joaquín y Santa Teresa.

En mayo de 1680, el carmelita fray Antonio de la Trinidad, provincial de Andalucía, viaja a Cádiz en compañía de los frailes fray Francisco de San Elías, fray Juan de Jesús, fray Pedro de la Visitación, fray Diego de la Encarnación y del hermano lego fray Miguel de los Reyes. Fueron recibidos con gran alegría por don Juan de Isla, quien “los sentó a su mesa el día de San Elíseo”, les dio gratis la expresada hacienda de la Isla, les otorgó las licencias de hospicio secular y eclesiástico, con reserva oculta del Santísimo, así como para convento cuando hubiese la fábrica suficiente. Permanecieron en Cádiz durante quince días y seguidamente tomaron posesión de la casa de la Isla, de la que no quedaron muy satisfechos por tener muchas incomodidades. Durmieron sobre unas retamas y la comida se limitaba a pan, queso, pasas e higos y un poco de vino. En estas condiciones pasaron los tres primeros días, por lo que el comienzo de la vida en comunidad no podía ser más pobre y humilde.

El Provincial les mandó al maestro de obras Diego Carrasco y a los hermanos, Cien oficios, como llamaban a fray Juan del Santísimo, porque de todo entendía, y Pedro de San Bernabé, y entre unos y otros pusieron mano a la obra trabajando evangélicamente sacerdotes, legos y seglares hasta rematar el edificio por completo, en medio de grandes privaciones y sacrificios.

Por aquellos días una señora procedente de América entrega al padre Pedro de la Visitación una imagen de la Virgen del Carmen para el nuevo templo, siendo depositada provisionalmente en la capilla del castillo de San Romualdo, que desde cuatro años antes era parroquia.

Un matrimonio genovés, don Limbanio Escalloso y doña María Octavia Riso, ayudaron a la erección de la nueva iglesia, no sólo pecuniariamente sino con imágenes y efectos que traían procedentes de Génova. Este rico hacendado dispuso que se hiciese, adosada al convento, una casita para recogerse él y su mujer, que después de su muerte quedaría para la Orden. Don Limbanio murió en 1690, su mujer María Octavia determinó volverse a Génova con los suyos, y unos autores dicen que se llevó con ella los restos del marido, y otros, que la Cofradía del Carmen compenetrada totalmente por vínculos de hermandad con la Orden, guarda con veneración en una arqueta los restos mortales del generoso Limbanio.

 

En noviembre de 1680 se bendijo e inauguró la primitiva provisional iglesia, a donde se trajo la imagen de Nuestra Señora del Carmen, en lucidísima procesión desde la iglesia del Castillo. Para más exacta descripción, extractamos de un antiguo manuscrito lo siguiente:

<A las cinco de la mañana ya andaban preparadas las fuerzas de la guarnición. El tambor, cabo de escuadra, sargento y muchos soldados, todos muy bien vestidos y jubilosos, daban al alborada solícitos. Revestido de capa pluvial, don Juan Antonio Casa de Bante, con dignidad de Maestrescuela de la Santa Iglesia Catedral de Cádiz, con asistencia de los señores prebendados don José León y don Antonio Bustamante, salieron en compañía de toda la comunidad, y encontrándose en la iglesia el prebendado don Fernando de la Cabellera, el sacerdote don Juan Pascual de Cárdenas y otros señores eclesiásticos, juntamente con don Bernardo Ricaño de la Torre y don Francisco Grazo y otras muchas personas seculares, todas de cuenta, hizo la pública bendición de la iglesia dicho señor maestrescuela, intitulándole iglesia del convento de San Joaquín y Santa Teresa de Jesús. Acabada la bendición, autoridades, comunidad y vecinos fueron hasta el Castillo por la imagen de Nuestra Señora. La soldadesca marchaba en formación con su capitán y alférez. El capitán, llegados al castillo, ordenó hacer unas descargas cerradas a breves espacios para la cual mandó traer un barril de pólvora. Mientras tanto, el alférez agitaba la bandera. Fue el capitán Agustín Tinoco, e hizo el costo con toda abundancia y largueza; fue el Alférez Juan de Molina que cumplió como se esperaba con acierto.

Primitiva Virgen del Carmen. Remitido por los autores.

Salió al camino real María Santísima del Carmen y su patrocinio, en sus aderezadas andas, y viéndose de todos tan hermosa y tan bien vestida (aunque de prestado), se hizo imán de los corazones. Formose la procesión, dando una carga cerrada la lucida compañía, venían, lo primero, dos mozos lanzando cohetes y más de cien muchachos que decían ¡Viva Nuestra Señora del Carmen! ¡Vivan sus hijos en la Isla!. Predominaba sobre los cohetes la bien formada compañía, con tambores y pífanos y ejecutábase todo lo que el capitán había dicho, sin suceder ningún desgraciado suceso. Seguíanse luego todas las personas de cuenta, así seculares como eclesiásticos, y por último, los religiosos trayendo en medio los músicos que con gran devoción y pausa cantaban la lauretana Letanía. Presidía la imagen en sus andas, los señores revestidos y el corregidor del castillo don Agustín Saabedra. Sobre la revoloteada bandera, al estruendo de tres cargas cerradas, entró la Virgen del Carmen en su iglesia y fue colocada en su nicho, en medio del altar. Cantose la Misa y eran más de las doce del día cuando se acabaron del todo los Oficios. Estuvo el altar a mañana y tarde con veinte y cuatro velas encendidas. No se puso en el Sagrario el Santísimo aquel día, porque como no había competente clausura y era hospicio secular, así convenía a nuestro atento modo de obrar. Retirándose todos donde el padre prior tenía prevenido lo debido para que todas las personas se pudiesen alimentar>.

Virgen del Carmen en retablo. Remitido por los autores.

Al erigirse el convento se construyeron casas, que bien pronto formaron dos calles; una, la principal, que iba al puente Suazo y se llamaba Nuestra Señora del Carmen, y la otra, que salía a la primera, llamada de San José.

La devoción de los isleños a la Virgen del Carmen aumentó hasta el extremo de que en 1684, don Simón, vicario del castillo, hizo notar al obispo que “en su iglesia del castillo había disminuido el número de fieles porque frecuentaban más el Carmen”.

Durante el trienio de 1697 a 1700 pasa a regir la Orden, como quinto prior, fray Pedro de San José.

Durante su mandato obtuvo licencia para fundar la Hermandad, redactar sus constituciones y sacar la imagen en procesión. Adquirió una imagen de la Virgen del Carmen, que ocuparía el mismo altar en el nuevo templo y convirtió la primitiva Virgen del Carmen en la Soledad, para lo cual tuvieron que desarticular sus brazos al objeto de darles la actitud que exigía esta advocación.

El 24 de agosto de 1698 se funda la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, de la que se designa hermano Mayor a don Luis de Ardila.

En 1736 la iglesia tenía un Altar Mayor fabricado en madera de cedro procedente de Honduras, orlado de ángeles y santos, que costó unos seis mil pesos.

BIBLIOGRAFÍA.
La Virgen del Carmen, la Marina y la Isla de León.- J. M. BLANCA CARLIER.- R. G. M.
La Marina en Cádiz. (apuntes históricos).- J. M. BLANCA CARLIER.
La Virgen del Carmen Coronada de San Fernando.- P. Fr. ISMAEL DE Sta. TERESITA O. C. D.

ASOCIACIÓN HISTÓRICO CULTURAL AS DE GUÍA

José Carlos Fernández Fernández.
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