Los evangelios canónicos no dicen si Cristo fue o no crucificado desnudo. La idea de la desnudez fue mantenida desde muy antiguo, y así lo refieren, entre otros, San Ambrosio y San Agustín que la comparan a la de Noé. San Juan dice que después de crucificarlo hicieron cuatro partes de las vestiduras y que la túnica al ser de una sola pieza la sortearon de lo cual se puede deducir que Jesús estaba desnudo.
Otra es el evangelio de Nicodemo que cuenta como fueron los soldados quienes tras desnudarlo lo cubrieron con un lienzo, versión adoptada por Santa Brígida en sus revelaciones.
La imaginería andaluza utiliza dos tipos: uno se sujeta a la cintura, con varias vueltas, y se anuda en la cadera, otro, el llamado cordelífero, se sujeta mediante una soga. Los crucificados manieristas suelen llevar el nudo en el lado derecho.

El mismo escultor plasmó el segundo tipo, el cordelífero, de gran fortuna y tradición en el periodo barroco, anudado unas veces a la derecha y otras a la izquierda, dejando al descubierto la cadera respectiva. Este ofrece una variante: el paño se parte en tres y deja ver ambas caderas. La importancia adquirida por este elemento en la representación se explica a partir de una metáfora que exalta lo cubierto a partir de la magnificación de la cobertura.