Las fiestas Navideñas en San Fernando
La Navidad comenzaba prácticamente el día 22 de diciembre con el sorteo de la lotería nacional. Ese día, todos los cañaíllas se encontraban pegados con la oreja a la radio, la televisión o al transistor quién lo tuviera, deseando oír su número premiado; una simple participación llevaba consigo soñar con dejar de trabajar o al menos quitar una de las “ditas”.
La Plaza, los refinos y comercios, los bares, en cualquier lugar, al pasar por la puerta, se oían el clásico canto de los niños de San Ildefonso: 15.750…. treees miiil peeseetaaas. La Isla tuvo suerte a veces en los premios navideños. Quienes lo pueden atestiguar fueron componentes de la Peña de Antonio Pérez, que finalizando los años sesenta, fueron a tomar café al “Colorao” y se trajeron un millón de pesetas repartidas entre varias familias.
El día 22 era cuando se encendía el alumbrado de las calles y por aquellos tiempos no se estilaba la megafonía. Quizás sí, porque al pasar por el comercio de Terrones –hoy Carval- todo el año tenía un altavoz con música al exterior, hasta que le llamaron la atención de las quejas de vecinos.
Los colegios daban las vacaciones, las calles se encontraban llenas de niños/as jugando principalmente ellos al balón y las féminas a la cuerda o tocadé, no es que cualquier día no fuera de esta manera, simplemente es que en vacaciones se jugaba en la calle desde el desayuno hasta la hora de dormir.

los emigrantes, vuelven por las fiestas navideñas.
En muchos hogares isleños aquellas fiestas se vivían con ilusión contando los días que faltaban para ir a la Estación del Ferrocarril –la que ya no tenemos- a recibir a los padres que tuvieron que emigrar décadas atrás a Europa y Suramérica (Alemania, Francia, Holanda, Bélgica) debido a la falta de trabajo. Salto pegaban los pequeños sobre el suelo de losas de tarifa de la vieja estación cuando oían el pito de la vieja locomotora del tren; llegando al Puente de Hierro el ruido de la máquina hacía despejar a las gentes que cruzaban y jugaban a la altura de la barriada Bazán. El tren se acercaba ensuciando el cielo de la Isla de negro humo, los chirridos de los frenos se sentían en los estómagos. El guarda aguja de la estación ya tenía a los vehículos y gentes en bicicletas parados en la barrera del paso a nivel. El primero en salir del tren era un señor –normalmente de pelo cano- de uniforme azul con botoneras impecables de brillo y gorra con adorno en rojo. Los familiares de los que regresaban miraban deseoso de ser el primero en ver al familiar y ayudar con aquellas viejas maletas de cartón forradas de telas de rayas características o arpillera. Abrazos, besos y lloros, lo normal en estas ocasiones de los que no se veían desde hacía meses e incluso años.
El primer vino o la primera cerveza con el emigrante se solía tomar en el Bar Restaurante “Buena Vista” o la “Maestranza” mientras esperaban un taxi o la llegada del Trolebús. Los maleteros entraban y salían de la estación cargando los equipajes de los viajeros que hacía traslado hacia otros pueblos de la provincia. Los Corsarios y agencias de transportes recogían los bultos y sacos que debían entregar a los destinatarios.

solía ocurrir que:
Los jóvenes que estudiaban el bachillerato en el Instituto Rafael Estrada Arnáiz o en el de Columela en Cádiz, en El Liceo, Compañía de María y las Capuchinas, ya habían pasado la edad del pavo y se encontraban en la del polleo. Las tardes noches paseaban por la calle Real en el trayecto que toda la vida se ha considerado “el paseo”, que no es otro que desde la Alameda hasta la calle Rosario. Por la noche se solía ir a los cines Almirante, Teatro de las Cortes, Salón, Alameda y en sus tiempos, al llamado “Pucherito” en el local de las falanges. Las películas solían ser de temas religiosos, Ben-Hur y Los Diez Mandamientos no faltaban en las proyecciones, no sin antes, “tragarnos” a través del Nodo el fascinante alumbrado que en la capital de España ofrecía Galerías Preciados, y lo benefactores que eran los del régimen en esas fechas.
En aquellos años hacía frío y llovía todos los días. Las gentes utilizaban impermeables, gabardinas, abrigos, guantes, bufandas, gorro/as, sombreros, mascotas, boinas, guitos y botas de agua de color negro que, cuando te daba el sol, al igual que los impermeables de plásticos desprendían un particular olor. Prendas de invierno que hoy prácticamente ya no se observan o no es necesaria su utilización.
aguinaldo por las fiestas navideñas:
En aquella Isla de los uniformes cuenta www.elguichidecarlos.com que los carteros, basureros, ordenanzas de casinos, círculo artesano o del Ayuntamiento, zapateros, betuneros, camareros, chicucos, guarda coches y hasta los guardias municipales, felicitaban a todos los que vieren por la calle o necesitaban de sus servicios con la entrega de una recordatoria de las fiestas con el fin de recabar “un aguinaldo”.
Los comerciantes, recordando algunos como el Bazar Inglés, Droguería la Inglesa, Casa Narciso; los bares Madrid, Hermanos Picó, La Nueva España, Avenida y San Diego; confecciones Martínez, Fermín Valle y El Siglo; Platerías Casa Benito y La Cordobesa; los sastres Martínez y Mi Sastre; Imprentas La Voz y La Imperial; los refinos de Juanito Medina, de la Corte, y la Perla Oriental, Ultramarinos Covadonga, el Patilludo, El Gordo, Las Columnas ¡toda la Isla¡, cuantos tuvieran un escaparate o espejo en el interior, pintaban con tiza diciendo “Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo”, era la felicitación generalizada para que nadie no se diera por aludido a pesar de entregar un almanaque. Los barberos pintaban tanto los espejos que prácticamente no te veía mientras te pelaban.
Los aguinaldos consistían en recibir una cantidad económica como gratificación o propina en reconocimiento a la labor de todo un año. Aunque hubiera cierta penuria económica en las casas, todas contribuían en el aguinaldo ya fueran con perras gordas, dos reales, pesetas y los más pudientes con monedas de duros y cinco duros. Con el importe recibido con los aguinaldos, muchas familias llegaron a sufragar los gastos de Reyes o a lo sumo comer especialmente ése día.
En el güichi de Carlos podemos observar una fotografía de los regalos que le hacían a los municipales y que a modo de exposición se situaba en el paso de peatones delante del Cine Almirante. En dicha fotografía recordamos al Guardia Paco Viciana, al igual que cualquier otro de aquellas plantillas de municipales.

ritual del pavo:
Esos días al igual que todo el año los cañaíllas nos levantábamos con el canto del gallo al amanecer. Los pavos entonaban cada vez más fuerte el canto como pidiendo clemencia en aquellas pocas horas que les quedaban de vida. Quienes poseían gallineros y corralones en las casas criaban durante el año buenos gallos con afrecho y maíz para la ocasión especial de la Navidad, que en “aquellos tiempos”, no era frecuente “poder” comer a menudo; sólo se solía comer pollo algún que otro domingo. El tamaño y sabor de los pollos y gallos de entonces nada tienen que ver con los que hoy compramos asados.
En la plaza de abastos, en las callijuelas, en el Zaporito, en las plazoletas de las Vacas, del Carmen o la del Cristo y Pastora, en el Canal, en la esquina del Castillo, en las huertas y algunas que otras calles y barrios vendían “piaras de pavos”. Para calcular el peso del animal y por lo tanto el empleo de las pesetas por un pavo, algunos paveros tenían unas romanas, pero en la mayoría de las veces, el vendedor cogiendo al animal por las patas, calculaba el peso que incrementaba en beneficio propio no consiguiendo engañar a las amas de casa. Un buen pavo podía costar entre veinte o cuarenta duros. Se decía que los de Medina y Alcalá de los Gazules eran los más grandes y mejores alimentados.
Estos animales se convirtieron en la forma de agradecer a los médicos, practicantes, matronas y personas que realizaban servicios y favores sin cobro alguno a tantas y tantas familias necesitadas. El esfuerzo económico que se realizaba regalando un pavo o gallo, consistía en la manera de ser agradecido y honrar los favores recibidos durante todo un año.
Solía haber personas con valentía para la matanza de estos animales; en las casas y patios de vecinos se producían tertulias observando al supuesto matarife desplumar mediante tirones y agua hirviendo que desprendía un olor confundido entre los de las tortas de nochebuena, roscos y pestiños mazadas a mano una a una por las mujeres de las casas donde los pequeños también deseaban ayudar. Por la tarde en los patios de vecinos, recordando algunos de los que teníamos entonces: “el de Bernabé, el de Felipa, el del Algarrobo, el de Pepe Mira, el de la Maestranza” el de “San Francisco”, el “del Pino”, y otros sin nombres que había en aquella Isla que, sin ser tan numerosos los cohabitantes, participaban junto con el/la casero/a en aquellas cocinas comunes que tenían al igual que los vateres para todos los que allí vivían.
Las mujeres guisaban y condimentaban el pavo con las recetas heredadas de las abuelas. Donde no había pavo o gallo, cenaban como cualquier otro día a base de “pescao” frito del freidor.
Al calor de los infiernillos y carbón de cok o vegetal, se cantaban los villancicos tradicionales. Momentos antes ya se habían retirado las macetas y la “hierbabuena” sembrada en las latas de carne de membrillo; los hombres y mujeres y los niños imitándoles, tocaban las palmas y cantaban, algunos desafinando, pero todos participaban aunque fuera haciendo ruido con la botella de anís, la mano del mortero, la pandereta, matraca o zambomba, que la mayoría de las veces era de fabricación casera.
De vez en cuando el soplador de palma animaba la candela en la copa de cisco y picón que a veces, cuando no había vegetal, se apañaba el fuego con la madera de los cajillos de fruta que se cogía alrededor de la plaza y que Román el de la fruta, echaba de menos

reunión familiar:
Por la noche en casa de los abuelos TODA LA FAMILIA se unía para la ocasión.
A la retirada de los platos podía llegar según hubiera los polvorones, turrón, mazapán y licores comprados a granel. Si, por que en aquella Isla existían buenos químicos y profesionales que ellos en sus trastiendas o alambiques fabricaban sus alcoholes dándoles un característico sabor.
Otra vez a cantar villancicos alrededor del portal de Belén de figuras de barro que desconchaban o rompían con el menor golpe. Era costumbre ir a visitar los Belenes de los vecinos y amigos, y por lo tanto, te invitaban a una copita con dulce que artesanalmente hacían nuestras madres, ¡que rico estaban¡, ¡que bien sabían a canela y almendras¡, ¡iguales que los de hoy¡.
A las doce de la noche todos a la iglesia del barrio para oír la misa del gallo, ¡que de gentes¡ las mujeres con el clásico velo sobre la cabeza, los hombres con los mejores ternos. La iglesia disponía de un pequeño portal de Belén y había coros de personas cantando. Al finalizar el oficio religioso y de acentuada connotación social, todos a casa. Las calles quedaban solas con el sereno y el relente de la humedad. Los bares y establecimientos cerraban.
Por cerrar, lo hacían hasta los vateres públicos de la Plaza de la Iglesia en sus tiempos. No había donde beber, o verter públicamente.
De vuelta los vecinos solían reunirse en casa de la persona de mayor edad o impedida físicamente a cantar y cantar. Los niños cantaban con panderetas y matracas (poner la música) “Un ali-gan-dito te pi-do por Diooooos, que con una perra chica me con-for-mo yo”, las personas mayores tiraban las perras chicas (dinero) al “pelú” y los chiquillos con pantalones cortos se dejaban el pellejo de las rodillas sobre los chinos pelúos o aquellas losas de salientes picos. La celebración solía durar hasta las tantas y amanecer. Durante la noche se visitaban las casas de vecino cantando y había que tomar las copas y polvorones que ofrecían. No importaba cantar en casas que no te conocían, esa noche todos eran bien recibidos.

el paseo:
A la mañana siguiente La Isla no se despertaba hasta bien tarde. Los establecimientos de primera necesidad prácticamente todos abrían. No era corriente salir fuera de la Isla para comer más allá de las ventas del Inesperado, Ventorrillo del Corral, o de San Lorenzo hacia Cádiz; sólo los más pudientes ya alquilaban chalet en la Barrosa para las fiestas. Por la tarde, como todos los días, el clásico paseo por la calle Real y comprar dulces en las Confiterías y Pastelerías: La Victoria, El Carmen, El Arqueño, La Campana o La Suiza –entre otras- , acompañado del café en: el 44, el 45, La Cepa Gallega, Reverte, La Mallorquina, Bar Isabela, etc.
Ya existía concursos de belenes organizado por la Junta Local del Movimiento premiando al ganador con la suculenta cantidad de 3.000,00 Ptas. (180,00 €uros). La iluminación de la calle Real se había efectuado días antes de la Navidad. En la década de los sesenta apareció en la torta de la Plaza de la Iglesia el primer árbol de Santa Claus o San Nicolás -ahora Papa Noél-. En las casas de la Isla no se acostumbraba entonces a este tipo de adorno, se optaba por el clásico Belén o un niño Jesús en cuna. El árbol y Papa Noél se veía en las películas americanas

día de los inocentes:
Llegado el día de los Santos Inocentes era como otro cualquiera, la calle Real por la mañana había sido transitada por multitud de operarios del Consejo, la Constructora y la Carraca en bicicletas tomando el camino de la Diputación por delante del edificio del seguro de enfermedad hacia la Barriada Bazán, entre charcos y boquetes que partían las ruedas y las hacían pinchar.
La Plaza recibía los carros de verduras de las huertas y tierras de Chiclana, Conil, Medina, Alcalá y el pescado del Zaporito, Gallineras, Cádiz y El Puerto. Pero era el día de los “inocentes” y había que gastar la broma a quién fuera con el clásico muñeco de papel que se pegaba en la espalda. ¡Lo que jodía cuando te dabas cuenta de que todo el mundo se reía de ti” pero, se aceptaba¡ A veces las bromas eran muy pesadas y se contaban historietas impensables y había quién cayera.
fiestas y cotillones:
La noche vieja y año nuevo venía a ser de iguales festividad que el día de Navidad pero los casinos, grupos de empresas de la Bazán y San Carlos, el Hotel Sal y Mar fomentan los cotillones. El Circulo de Arte y Oficio uno de estos años celebró la gran velada fin de año con la actuación de “Los Selenitas”. El Hotel Sal y Mar presentaban a los Romeros de la Puebla y Los Telbi, cena incluida por 450,00 pesetas (2,70 €uros). Quienes se quedaban en casa disfrutaban esa noche de la programación especial de TVE desde la Puerta del Sol y programa musical especial fin de año- en blanco y negro- que finalizaba a las tres de la madrugada y no como todos los días del año que, el cierre y finalización de la emisión era a las 24,00 horas con las efigies de Franco y el himno nacional. Como actos culturales a destacar que el padre Loring conferenció sobre la llegada del Hombre a la Luna; exposiciones fotográficas de AFI, etc. El Ayuntamiento para recaudar fondos en la Campaña de Navidad y Reyes para los niños necesitados, organiza un homenaje a Antonio Machín en el Cine San Fernando.

buscando reyes:
Los padres andaban locos de comercio en comercio por las calles Real, Rosario y San Rafael visitando los refinos de Salas, De la Corte, La Perla, Aragón, en busca de juguetes. Los niños y las niñas no acompañaban a los padres a encargar los reyes ni tan siquiera se enteraban, solo sospechaban cuando al cuidado de ellos, dejaban a los hermanos mayores o la clásica “Tata”. Para aquellos niños no había tan siquiera catálogos donde mirar o solicitar juguetes; solo unas frías lunas de escaparates donde pasaban horas mirando aquel camión, aquella pistola o rifle, caballo de cartón, muñeco de trapo, cacharritos de cocina o lavadero de madera, etc. Con aquellos Reyes era posible gracias a la paga extra de navidad, abastecerse de la carencia de ropa para quitar el frío, cuando el mal tiempo ya llegó meses antes. Comercios como Tejidos Pasión, La Saldadora, Máximo Fernández, Casa González y Costa del Sol, -El Rubio de entonces-, BL, Valle, Blanco, Galerías Colón; en las Zapaterías de Fraga, Galán, La Nación o La Bota de Oro, los Reyes Magos de Oriente contribuían con aquellos zapatos “Gorila” que duraban el invierno y verano de varios años. Otro personaje de donde solían abastecerse SS.MM. era el “Ditero” –de quién hablaremos otro día-, éste tenía de todo. Cuando “echaban” una bicicleta o motos de marcas Mobylette o Torrot, se pedían en “Casa del Policía” y Ruceco normalmente.

Por las mañanas la Isla era prácticamente como un día cualquiera del año, los padres y abuelos trabajaban en los destinos, mientras sus mujeres acudían a la plaza o “encá de..” para la compra diaria y abastecerse de chuchería de reyes que se complementaría con los caramelos que tiraban los Reyes en la Cabalgata. Por las mañanas la calle Real no despertaba gran animación, por la tarde sí, cuando los padres volvían del Consejo y destinos. Entonces los que trabajaban en la Bazán, la Constructora, la Marina y otros Cuerpos de la Seguridad del Estado disfrutaban de aquellos Economatos donde todo era más barato que en los ultramarinos, comercios y refinos. A mediados del mes de Octubre, en la Fábrica de San Carlos y en la Barriada de la Bazán se exponían en grandes naves juguetes “de muestras” para los padres; anotándose la referencia se pedía. Con la misma, varias semanas después había que recoger los reyes; en las casas de los abuelos existían habitaciones infranqueables para los chiquillos; había que esperar a que en la noche mágica se los “echaran”. Las trampas del día de reyes se pagaba en varios meses, anotándose en libretas o libros de deudas en los comercios al igual que ocurriera con aquellos socorridos y necesarios”vales descuentos de la Bazán y San Carlos”.
En estas fiestas había una figura “el Cartero” -por supuesto con uniforme de color gris y gorra de plato-, cargando y soportando un gran peso en uno de sus hombros de una gran maleta de cuero o imitación, llena de sobres y paquetes a entregar a domicilio, libros de acuse de recibo de los certificados o reembolsos. Felicitaciones o cartas que a veces el cartero las leías por dificultad de compresión de la persona destinataria, provocando lágrimas de felicidad, y otras de desilusión por aquel familiar que se encontraba fuera de la Isla, y llegaba para estar con los suyos en las fiestas.
la cabalgata:
A cualquier hora del día se observaba grupos de jóvenes y mayores ataviados con gorro y zurrones e instrumentos musicales cantando constantemente por las calles y plazas los clásicos villancicos. El día anterior a Reyes, cuando desde la población de San Carlos salía la Cabalgata de la Ilusión acompañada de bandas de música, cornetas y tambores de la Policía Municipal, del Tercio Sur y Cuartel de Instrucción; el recorrido habitual era Paseo General Lobo, Falange Española –San Rafael-, Colón y Escaño para hacer la visita de cortesía que SS.MM. debían cumplimentar al Capitán General, de éste, que fue, el primer Departamento Marítimo español. Los militares allí presente junto con sus esposas recibían de los Reyes Magos los regalos para los empleados y destinados en Capitanía. La autoridad militar como no podía ser de otra manera, invitaba a SS.MM a una copita de vino que, con toda seguridad, no era “vino peleón” o procedía de los barriles del güichi del Calabocillo o Bodeguita La Isleña.
A la finalización del acto, la cabalgata de la ilusión continuaba de nuevo buscando Almacenes Blanco para entrar por la calle Calvo Sotelo –Rosario- hacia la calle Real y llegar al Ayuntamiento donde también SS.MM. dejaban regalos y juguetes para los niños de los empleados municipales. Desde la Casa Consistorial la comitiva se trasladaba a la Jefatura Local del Movimiento donde otorgaban juguetes a los alumnos de las Escuelas Nacionales, regresando al Hospital de San José para hacer lo mismo con las abuelas allí recogidas.
Por aquellos tiempos tal como se ha comentado anteriormente era muy frecuente los días de lluvias, y no por salir la cabalgata dejaba de llover. Cuando esto ocurría y se suspendía, el séquito de SS.MM. acudía en vehículos militares a dar cumplimiento al Capitán General. Seguidamente partían a la Iglesia Mayor a adorar al “Niño”, y directamente para la Jefatura Local del Movimiento y Hospital –que ya no era hospital- en la plazoleta de San José.

Aquellas Carrozas de los Reyes Del libro «Evocación de un Siglo» de Quijano Párraga.Todo un clásico para conocer la historia de nuestra tierra.
iluminación:
La calle Calvo Sotelo fue la primera en adornar con alumbrado navideño, posteriormente una parte de Falange Española por aquello de acercar el público a los refinos y crear ambiente. No fue hasta los años sesenta cuando parte de la calle Real y el edificio del Ayuntamiento se ilumina y aparece el árbol que los barandas del entonces gobierno municipal felicitaron de una manera no tradicional a sus convecinos. Para felicitación la que efectuaba La Empresa Nacional Bazán a sus operarios sorteando electrodomésticos necesarios en los hogares que no todos poseían lavadora automática, radio transistor, o poder sustituir la vieja “nevera de nieve” por un moderno frigorífico “aspes”. Los regalos eran expuestos en Créditos Dice en la calle Héroes del Baleares esquina con Real.

regalos:
Llegaba la gran noche y siempre, como es habitual, algunos padres les faltaban un regalo que en el comercio le habían prometido que llegaría y no fue así. Alrededor de la mesa camilla calentándose con el brasero los pequeños no querían dormir. A la mañana siguiente, antes de desayunar pan con aceite, frito o manteca “colorá” acompañado de Cola-Cao –en bote de cartón-. La leche hervida el día antes se “despachaba” en las “lecherías, vaquerizas, posadas o huertas” directamente desde la ubre de la vaca a un cubo de madera o zinc que, algunos indeseables engañaban “aguando la leche” para mayor producción. Que buenos aquellos café con leche condesada “La Lechera”.
Los niños corrían donde normalmente encontraban los juguetes; desde el Citroën Payá coche autodirigido con volante y un metro de cable; pistola de mixtos, tren de lata con sus vías, cinexin, palé, monopoly, juegos reunidos geype, los tebeos del Capitán Trueno, El Llanero solitario; Hazañas Bélicas; los TBO, y por supuestos, aquellos plumieres con sus gomas de borrar “pelikan”, lápices de colores que eran necesario para la escuela y que antes, no habían podido comprar los padres. Las niñas recibían las clásicas muñecas y cacharros de aluminios imitación a ollas y sartenes de la cocina de mamá.
Para los hijos mayores de la casa, la corbata y el terno de chaqueta que al cumplir 18 años ¡ya eran hombres¡ a pesar de sacar el DNI a los 21. Para ellas el conjunto compuesto de jersey y rebequita a juego que habían visto en el escaparate de Confecciones Denya, las medias de mallas, o aquellas ¡bienvenidas minifaldas ¡ ya que las jóvenes de los sesenta fueron las propulsoras de poner en moda, y a la vista, aquellas piernas y muslos que antes sólo se veían de verano en verano en la playa de la Casería y Caño de Herrera.

Otro clásico regalo de Reyes era el último long play de las canciones de moda que vendía Ringo Disco o “Valle Vende Barato”, y que debíamos aportar para bailar el twist o pop español en los guateques privados, aprovechando para arrimarse a la piba, ya que, en los clubes parroquiales, éramos observados por el cura o el sacristán de turno quién cortaba la música cuando alguna pareja se pasaba de roscas. Quién poseía uno de aquellos picús o tocadiscos, ¡ligaba casi seguro¡
Canciones y artistas como La chica ye-ye, América-América, El Baúl de los Recuerdos, El Submarino, Si yo tuviera una escoba, La mini falda, El Abuelo Víctor, Sugar-Sugar, y conjuntos musicales como los Mustang, Los Sirex, Raphael, Mocedades, Víctor Manuel, Juan Pardo, Ana Belén, Rocío Dúrcal, Marisol, Junio, Manolo Otero, etc., incluso nos volvíamos locos si nos regalaban uno de aquellos discos de promoción del coñac Fundador y que el personaje de “don Pedrito” cantaba “Estás como nunca, ¡Fundador¡. Por supuesto que no podía faltar aunque más caros, los discos de The Beatle, Paúl Anka, Elvis Presley o Cliff Richard.
Para las madres los discos de vinilo de las artitas de la copla Marife de Triana, Juanita Reina; Manolo Caracol, Lola Flores, Antonio Molina, por que, entonces, en aquellos tiempos, las madres cantaban en las casas mientras hacían las labores y era normal escucharlas cantar mientras hacían las camas, la comida o barrer la puerta de la casa. A los padres era más fácil el regalo, un disco de Perlita de Huelva cantando “Amigo conductor” o Juanito Valderrama con “El Emigrante”, clásicos cantes en los güichis los domingos por la mañana; una corbata negra o un transistor para escuchar los domingos en el “Marqués de Varela” el “Carrusel Deportivo”; paquetes de tabaco Fetén, Goya, Record, Ducados o Celtas Cortos.

Ese día todos los cañaíllas nos preguntábamos ¿Qué te han echao los Reyes?
En las barriadas como Villalata, Villacuernos, Manchón Garrido, Merendero, Gallineras, El Boquete, La Casería y otras muchas, las gentes que trabajaban para Caritas y las Parroquias con algunas que otras Cofradías hacían posible la felicidad a pequeños aportando los regalos e incluso llevando a sus propios Reyes Magos. El C.D. San Fernando también organizó algún que otro partido para recaudar fondos y ayudar a los necesitados en la campaña de Reyes.
Disco sorpresa de Fundador. D.Pedrito, el personaje que popularizó la casa Domecq en anuncios de tv y los discos sorpresas que venían en las cajas de doce unidades de botellas. Fotografía www.elguichidecarlos.com
hoy en día:
Salgamos del túnel del tiempo y volvamos a la realidad. Ahora, casi cincuenta años después, los jóvenes de entonces estamos metidos entre los cincuenta y setenta años aproximadamente. Estas fiestas son continuación de la de “aquellos tiempos” pero adaptadas al momento. La visita a aquellos economatos para los juguetes hoy se realiza a las grandes superficies comerciales, con la diferencia que entonces se pagaba lo que costaba, a plazos pero sin incremento de intereses económicos. Los vales descuentos de la Bazán, San Carlos y los libros contables de las trampas hoy son tarjetas de plásticos. Las trampas son las trampas.

Ahora tenemos villancicos por la megafonía que nos pone Acosafe y antes estaba casa Terrones y las radios de las casas a toda voz. Dicha megafonía nos anuncia de vez en cuando la hora del día, si que es verdad, que el reloj del Ayuntamiento estará años en paro rotativo.
Los niños de San Ildefonso ya pueden ser niñas, y el canto y sonido con los euros no son tradicionales como con aquellas pesetas que, algunos, les vienen diciendo “antiguas pesetas”, cuando ellos tienen más edad que el euro. ¿Quién es más antiguo? Los premios de la lotería nacional nos los ha traído la Virgen del Carmen.
Los colegios adelantan ahora las vacaciones pero los niños no juegan en las calles.
Los emigrantes que regresan ahora son de menor edad que los de entonces, son nuestros hijos que no tienen trabajos en la Isla y emigran a provincias españolas; cada vez son menos los que regresan por tren, pero en aquella vieja estación, era más emocionante ver la llegada de los trenes con la barrera echada que la que estamos estrenando ahora en Bahía Sur.
Los emigrantes ahora no pasan tanto tiempo sin ver a sus familias al poseer webcam. En la Glorieta ya no hay estación, maleteros, cosarios, bares ni restaurantes, ni trolebuses, ya no hay “ná”, ni tan siquiera la imagen del pelón cruzando las vías del tren o el Puente de la Casería.
Los televisores hoy en color y la era digital doblan en pulgadas a los de “aquellos tiempos” pero, entre los anuncios, ya no viene el que “volvía por navidad “y nos han quitado al calvo de la lotería. La familia a Bonanza, El Fugitivo y cine clásico.
Institutos si los hay, más de uno, ya no hay que ir a Cádiz al Columela pero tampoco vienen los chiclaneros a estudiar a la Isla que, en aquellos tiempos, era una referencia la Isla para la cultura chiclanera. Ahora tendríamos que aprender de las acciones de sus políticos para levantar todo un pueblo.
Los niños no juegan en las calles, pero hoy en las casas todos tenemos una plei estechion (play station) y todas clases de juegos en ordenadores. Los cines de invierno ahora no los hay, son multisalas, todas juntas, sin necesidad de callejear y que, por cierto, no huelen a zotal, ni se pueden comer pipas o ver el “aguaor” o acomodador; ya hace más de treinta años que no vemos el NODO, y por tan solo un euro, en videoclub, alquilamos películas que las ven toda la familia incluso los vecinos más allegados.
Las navidades de ahora no son tan frías, y si tenemos la mala suerte, ni siquiera llueve. Nuestros roperos no conocen lo que son ropas de agua pero eso sí, en los paragüeros tenemos por lo menos media docena de paraguas que compramos cada vez que nos llueve y nos “coge” en la calle, total, cuestan cuatro o cinco euros y entonces costaban casi dos mil pesetas. Por supuesto que la calidad no aguanta una levantera en la cuestecilla de la cárcel.
Los aguinaldos hoy prácticamente no se dan, están mal vistos, y los gremios ya no hacen felicitaciones excepto el butanero y los de Caritas. El mibor y las hipotecas nos han vuelto a llevar a las mismas situaciones económicas de nuestros antepasados.
¿Los pavos? Antes no existía la gripe aviar y convivían con los cañaíllas en las casas y calles; algunos quedan por Gallineras y La Casería; ya no está presente en las comidas y no se cocinan aquellas berzas, potajes, pucheros y pavos en distintas versiones, estas cenas han sido sustituidas por los langostinos, gambas, jamón, productos que entonces era muy difícil siquiera verlos. Ahora se puede encargar la cena de navidad a los llamados catering y no es necesario trabajar. ¡Hay que ver lo que trabajaron aquellas madres de entonces¡Eso sí, ahora los regalos se realizan con alcohol extranjero en detrimento de aquellas pesadas cajas de madera con vinos de Tío Pepe, Manzanilla y chiclanero.
Ya no tenemos patios de vecinos, hoy son edificios altos de distintas plantas y están “acojonaos” a causa de un plan histórico cuya línea de actuación dobla las esquinas en interese particulares. Las reuniones y cantos entre vecinos prácticamente no existen. La misa del Gallo ha quedado para el mundo cofrade y personas de edad.
Los belenes en las casas están volviendo cada vez más gracias entre otros, a la divulgación de la Asociación Belenista, los cofrades y particulares, pero, se acentúa los árboles y papa noél aunque no son de nuestra tradición; este personajillo por pocos euros se compran en los llamados “todo a 100”, y después son tirados sin necesidad de estar envolviendo y guardando como las figuritas del Belén de un año para otro.
El día de los Santos Inocentes ya no se celebra como era, quizás alguna que otra noticia increíble sobre los políticos que a simple vista y entendiendo lo que tenemos nos damos cuenta que es la inocentada.

La Nochevieja aún vienen celebrándose en familia aunque con la última campanada, los hijos te pide el aligandito y -¡vaya con Dios lo que cuesta¡- para asistir a los cotillones o fiestas fuera de la Isla donde todo lo que hacen es bailar, ya que en las comidas o bebidas les clavan.
Sólo nos quedan La Plaza media cerrada y la de San Antonio media abierta, ya no es necesario surtirse en ellos, están los centros comerciales y, la Cabalgata de Reyes no tiene necesidad de ir a Capitanía, no hay nadie, ni tan siquiera el centinela a quién cumplimentar. SS,MM antes el equipo eran de tres personajes y ahora, con eso de los cargos de confianzas y específicos, también les acompañan el Heraldo y la Estrella de Oriente. Por supuesto que algo más existe ahora, desde el pasado año, también sale antes de la navidad subvencionado por el Ayuntamiento, el tan nombrado personaje que en otros tiempos les llamábamos Santa Claus o San Nicolás; pero resulta que dicen ahora que es mejor que se adelante a SS.MM. para que los niños tengan más tiempo de jugar antes de volver al colegio (?), y en “aquellos tiempos” los niños jugaban en la calle todo el año, con los únicos juguetes.
Tan solo en todas las Navidades hemos tenido que soportar una circunstancia que se ha dado en los treinta años y es que, por desgracia, en algún lugar de la tierra nos ha preocupado una guerra. Por cierto, felicitaciones a todos los que con su trabajo, aportación y entrega continúan llevando juguetes a los más necesitados de verdad.
Todo cuanto aquí queda reflejado es un resumen –tal como lo expresan- que los parroquianos del Güichi de Carlos me cuentan, he leído o vivido.
Si quieres te lo digo cara a cara en mi güichi, ¡cuando quieras¡, pero mientras tanto, ¡Felices Fiestas¡
El güichi de Carlos
Navidad 2007.